La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez aguanta más que el teletexto
Somos tan carajotes que la palabra "carajote" no está incluida, todavía, en el DRAE y sí la palabra "carajete", como despectivo vulgar en Venezuela, y sus usos maduros, donde significa, persona muy despreciable, pero no "tonto esquina" en su acervo gaditano.
Somos tan carajotes que, ahora, el chiste, nuestros chistes, son objeto de investigación para los psicólogos sociales. Dicen que el humor negro es propio de culturas -¿culturas?- individualistas e igualitarias y no de culturas colectivistas. La verdad, que siempre resulta parcial y efímera, hace que textos de culto, si se miran a lo largo del tiempo, caigan en fandangueríos y tonterías dignas de más chacotas y pare de contar. Pero ahora andamos peor que nunca, histéricos y blandos, mal binomio, para tantas cosas.
En Españita, el chiste ese de "paga, no seas judío" o "según la Ley de Mahoma, tan m… es el que da, como el que toma", que se dice con asaz frecuencia, si lo escribe uno en Internet, se hace "reo de muerte" de los talibanistas & asociados.
Copio esto y luego aclaro: "creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa Iglesia católica romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí, y tratarme bien en sus escritos…". Es el capítulo VIII de la segunda parte del Quijote, y es Sancho quien lo dice. "De los moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas", se desconsuela don Quijote al enterarse que el autor de su historia es un moro (capítulo III, segunda parte).
Aparece la sodomía o pecado nefando, cuando en la segunda parte, habla del rey de Argel: "pues entre aquellos bárbaros turcos en más se tiene y estima un muchacho o mancebo que una mujer por bellísima que sea". O "no te fíes de ningún moro, porque todos son marfuces" (traidores, pérfidos, en la primera parte, capítulo 40). Y, se queda uno pasmado cuando la Real Academia de la Lengua, cuyo presidente, Darío Villanueva, decía que no tiene "ningún sentido un Diccionario censurado en el que no aparezcan las palabras que son despreciables y aborrecibles. Sin embargo, hace poco, eliminó el término "mahoma" del diccionario,-aparece todavía en la vigésimo primera edición- cuya acepción se definía como "hombre descuidado, gandul"; pero mantiene mahomía, que aparece como: "f. And. p. us. Acción mala" en la vigésimo segunda.
Si ahora, la pusilánime, hedonista e hipócrita sociedad actual, se rasga las vestiduras ante cualquier comentario en las redes sociales, ¿qué ocurrirá si se dedican a exigir la desaparición de estas y tantas referencias literarias en textos inmortales?
Advierto, ya han traducido el Quijote a lenguaje accesible, el mamarrachismo papanatero y la falta de curiosidad y el poco esfuerzo, condicionan toda suerte de perpetraciones contra los textos, y pienso, que al simplificar un libro, al quitarle palabras que juzgamos difíciles o anticuadas, lo destruimos.
Seguimos con el Quijote, que ahora estrena magna edición con la Academia con D. Francisco Rico. En el capítulo XVIII de la primera parte leemos: "Quiérense mal -respondió don Quijote- porque este Alifanfarón es un uribundo pagano y está enamorado de la hija de Pentapolín, que es una muy fermosa y además agraciada señora, y es cristiana, y su padre no se la quiere entregar al rey pagano, si no deja primero la ley de su falso profeta Mahoma y se vuelve a la suya".
Que las obras sean amores y no buenas razones, que entronquen con la más pura tradición literaria española, no será óbice, para que fantoches, filateristas y fantomas, en esta era espectacular de incultura y progreso ¿? para desmantelar lo nuestro. ¿Será entonces, España, españoña? O ¿Y nosotros islañoños? Ya veremos.
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