La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
Hace una veintena de años que trabajaba en mi tesis sobre el diagnóstico que hacía el filósofo y sociólogo alemán J. Habermas en relación a la progresiva inundación y colonización de muchos ámbitos y facetas de la vida a cargo del poder político y del poder económico. Los últimos acontecimientos sociales que estamos viviendo en nuestro país en medio de estas crisis económica y política y un par de referencias de estos días en el Diario de Cádiz, en una entrevista con J. Leguina y en una tribuna de la profesora A. Carmona, me están haciendo recordar algo que ya se barruntaba hace un par de décadas.
Es evidente que nuestra crisis política ha sido potenciada y agudizada por la crisis económica y que se ha manifestado con posterioridad a ésta. En tiempo de vacas flacas una mayor vigilancia y la denuncia de una ciudadanía crítica ante la corrupción de ciertos representantes del poder político, junto al trabajo constante del poder judicial, han propiciado que aparezcan en los diferentes medios de comunicación numerosos, demasiados, casos de perversión política. Y es aquí muy conveniente destacar el innegable papel que puede tener la comunicación al procurar más transparencia en los medios y mecanismos de control social.
El poder de la acción comunicativa facilita el drenaje social y hace más tupido el tejido social, conecta las redes sociales (y no me refiero aquí sólo a las tecnológicas), y puede, y debe, encarar y contrarrestar los excesos del poder económico y del poder político mal gestionado.
Denuncian Leguina y Carmona la corrupción nacida de la colonización que los partidos han perpetrado con el resto de instituciones estatales y el desgaste que esto está suponiendo, opinión que mantiene también el catedrático de Ciencias Políticas M. Villoria. No pocos opinan que deben ceder parte de su poder a la sociedad.
La última encuesta publicada por el CIS nos revela la gravedad del asunto: el 87,8 % de los españoles afirma que la situación política es mala o muy mala, y el 85,8% de éstos considera lo mismo de la situación económica. De este tipo de publicación se hacen eco precisamente casi todos los medios de comunicación social y ahí tenemos ya un primer elemento comunicativo en la constatación de esta realidad.
Tras la crisis económica nos hemos visto envueltos en una crisis social: insostenible situación de paro en tasas muy elevadas, desempleo juvenil, problemas económicos muy serios, creciente desigualdad social, pérdida de derechos y de calidad de vida, y una desconfianza general en la situación política. Pero al igual que ciertas cifras económicas evidencian, aunque aún levemente, que ya hemos tocado fondo, se puede empezar a afirmar con cierta confianza que a nivel social tenemos también mucho camino por delante.
La globalización económica fue la que extendió la crisis económica pero la globalización de la comunicación facilitada y potenciada sobremanera por los nuevos medios tecnológicos puede ayudar a compensar, e incluso a superar, muchos de los daños económicos, laborales y sociales.
Si nos referimos al ámbito político, dando por supuesto que los partidos son los operadores básicos del propio sistema y que están bien legitimados, no hay que desdeñar la importancia de la opinión publicada en unos medios de comunicación mayormente globalizados. No hace falta recordar el impacto real del uso de las redes de comunicación social en muchos movimientos sociales en muy distintos países en los últimos años. Será muy importante en los tiempos venideros contar también con las corrientes de opinión a la hora de pensar en la regeneración de nuestras instituciones políticas. Una profundización en nuestra democracia real requerirá escuchar también a través de los nuevo medios la voz de la ciudadanía.
La comunicación, el diálogo y el entendimiento social como mecanismos de coordinación deben tener un papel esencial en la recuperación de nuestro tejido social y político, frente a los abusos del poder y del dinero. La corrupción precisamente se ha basado siempre en la sobrevaloración del dinero y del poder y en la quiebra producida por la ausencia de referentes éticos y de modelos de identificación.
Los nuevos medios de comunicación están abriendo y promocionando nuevos espacios públicos de diálogo, de debate y de discusión argumentada, muy necesarios como base para potenciar la deliberación y una participación democrática más fundada. Son impresionantes las posibilidades que ofrecen las redes y autopistas de la información y la comunicación al margen de los consabidos peligros de la sobreabundancia de información, la hipnosis mediática, el aislamiento individual o la fragmentación de la realidad y su propia deformación. Los ciudadanos, salvando esos escollos, podrán desempeñar con los nuevos medios un papel más abierto y más activo en el seno de una sociedad civil que apuesta por una democracia más deliberativa y participativa.
Recordemos por último el papel fundamental de la cultura y la educación en esta sociedad de mayor fluidez comunicativa como instrumentos y herramientas principales de orientación y regeneración de nuestro tejido social y político hacia una sociedad del futuro enormemente compleja pero seguro que muy fecunda.
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