De guante blanco

21 de octubre 2025 - 03:04

Dos atracos inesperados y de guante blanco han sucedido en los últimos días. El uno, de factura peliculera y arriesgada, tuvo lugar en el museo más visitado del mundo, el Louvre de París, con aires de Rififí, aquella película que dio nombre a una modalidad de asalto. De este nos gustaría conocer cuanto antes, más que las maniobras del robo, la preparación del mismo, las reuniones entre los ladrones, la planificación de todos los pormenores y las discusiones entre el cerebro del robo y los miembros de la banda, la elección de estos componentes. Desearíamos que hubieran grabado todos estos preparativos y nos lo pasaran ahora como un filme de acción e inteligencia.

El otro golpe conocido ha sido mucho menos elegante y tiene mucho más de maniobra en la oscuridad: la subida de sueldos en un 10% que los diputados del Parlamento andaluz se han auto otorgado por la única razón de que pueden hacerlo. Esta operación es más llamativa si se tiene en cuenta que para los funcionarios de la Cámara, es decir, los que trabajan para ellos, el aumento se ha quedado en poco más de un dos y medio por ciento, que viene a ser algo parecido a la media del resto de los españoles. Será que los trabajadores saben vivir con menos.

En el primero de los casos, nuestras simpatías tienden a irse con los avispados atracadores que se colaron entre las supuestas medidas de seguridad del museo parisino. Siempre han gustado esos largometrajes en los que el ingenio lucha por vencer a la cuadriculación de las teóricamente infalibles barreras contra robos, sobre todo si terminan ganando los que, en contra de la convención, acaban siendo los ‘buenos de la película’, es decir los espabilados cacos. Sin embargo, pocos simpatizantes podrán atraer a su causa aquellos que ya tienen un salario muy por encima de la mayoría de los que dicen representar, y que no tienen que lidiar con ninguna reunión de convenio para conseguir una al menos digna subida de sus retribuciones. Hay en todo esto una clara base de elitismo, que consiste en ver muy claras y justas las necesidades de uno mismo (y no dudamos de que lo puedan ser) y considerar que los demás ya tienen bastante con lo que tienen, y si pueden, que peleen por tener más.

Pero sus señorías (título repartido con demasiada generosidad) demuestran muy poco señorío si se limitan a defender sus intereses o los ponen por encima de los de los andaluces. Habríamos dicho que están en esos respetables sillones por su interés en el bienestar de sus conciudadanos y representados. Y no sé en qué medida contribuye a ello el desproporcionado aumento de sus sueldos.

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