Con la venia

Fernando / Santiago

Los gaditanos se tocan

07 de febrero 2014 - 01:00

DESPUÉS de la Guerra Civil una tienda madrileña se anunciaba así: "Los rojos no usaban sombrero". Un reclamo imbatible para la época que suponemos le dio beneficios a su montaraz vendedor. Pasado el tiempo el sombrero dejó de estar de moda y los hombres dejaron de tocarse con canotiers o con sombreros de jipijapa. Ahora he visto cómo por la calle los lonchas y los que van camino de serlo se cubren la cabeza del frío o de la lluvia. O simplemente lo hacen por estética al suponer que ir tocados les proporciona distinción. Durante un tiempo Ignacio Moreno era conocido como El Tío del Sombrero, porque era si no el único sí uno de los pocos gaditanos que mantuvo la costumbre a la hora de vestir. Ignacio sabe usar sombrero y los tiene de varios modelos. Se toca el ala para saludar, se descubre ante las damas y cuando entra en un lugar cerrado. Ya saben, como canta María Dolores Pradera "tú saludas tocando el ala de tu sombrero mejor y yo agito con donaire mi pañuelo". Paco Súnico tiene un sombrerito tirolés muy gracioso que suele ponerse a juego con el loden que frecuenta. Luego observé a Antonio Martín que se compró una mascota modelo Paco Alba que luce con asiduidad. También Paco Garrido suele llevar sombreros de esos que ahora la gente llama panamá y antes se llamaban de Jipijapa por el pueblo de Ecuador donde se hacen a mano con fibra natural torcida por indígenas de la zona. Luego se monta el sombrero y se les pone una cinta negra. Pero como los americanos nos trasladan sus modas lo mismo trajeron la gorra de béisbol que ahora el stetson y llaman panamá al jipijapa de toda la vida.

Ahora se ha extendido el uso del sombrero. No ya el elegante borsalino sino el tipo stetson, con lo que la mayoría parece que va a sacar un látigo para llevarse un tesoro arqueológico cual aprendiz de Harrison Ford. Incluso estos días he visto a Valdivia posando así tocado para alguna publicación de carnaval, aunque más con el modelo comparsista que el de intrépido arqueólogo. Las calles de Cádiz parecen la selva americana o las cumbres del Himalaya con tanto aventurero suelto. Así que si los extremeños se tocan los gaditanos no le vamos a la zaga. Todos cubiertos, que con la loncha al aire se cogen unos resfriados de aúpa. Los que tenemos tanto pelo como un Picapiedra no tenemos que preocuparnos por esas menudencias, lucimos nuestra caballera al viento. No necesitamos ni farmatín.

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