Enrique García-Máiquez

Esperanza de vida

Su propio afán

15 de junio 2025 - 03:06

Mis dificultades para meterme en la cabeza de Pedro Sánchez y en las de sus compinches son insalvables. Desde el principio, cuando, incomprensiblemente para mí, se buscó de suegro al próspero dueño de unos célebres puticlubs, acontecimiento que es el rosebud del ciudadano Kane de Sánchez.

Siendo un tipo que quizá no ha leído ni su tesis doctoral, sería absurdo por mi parte pretender que hubiera ojeado siquiera las Empresas políticas de nuestro preclaro don Diego de Saavedra Fajardo, caballero de Santiago. Si de mí dependiese, no daba el carnet de político a ninguno que no se haya estudiado esa obra maestra, capaz de echarle un pulso al cítrico cinismo de Maquiavelo y otro pulso al dulce escepticismo de Montaigne.

Sin embargo, la empresa 50 de ese libro habría hecho mucho bien a Sánchez. Se titula: In summo periculum y reflexiona sobre los peligros gravísimos que conlleva ocupar posiciones principales de poder. Utiliza la imagen emblemática de un monte alto sobre el que Júpiter descarga sus rayos para ilustrar que, igual que el árbol que crece en la cumbre es el primero en recibir el impacto del rayo, quienes alcanzan las máximas dignidades están más expuestos a las iras, críticas y caídas.

Sánchez podría haber sido, si es lo que parece que le gusta, un pícaro feliz, un buscavidas de su barrio, pero al empeñarse en encumbrarse a toda costa, su gestión egocéntrica, su elección de los colaboradores íntimos más indignos, su desdén por los intereses generales y la huella divisoria de su paso por La Moncloa están a la vista de todos, en lo alto de la cima.

Teniendo en cuenta la esperanza de vida de los españoles, al susodicho, a Ábalos, a Marlaska, a Santos Cerdán y a Koldo les esperan años de oprobio público, de desprestigio mediático, de reproche nacional. No digo de vergüenza porque quién sabe si la tienen, pero retratados van a quedar en las hemerotecas, documentales, manuales de Derecho Político y libros de Historia. No sé ellos; yo lo veo horrible. El capitán Fernández de Andrada en su Epístola Moral pedía con mucho tino y más razón que un santo: “Una mediana vida yo posea / un estilo común y moderado, / que no le note nadie que le vea”. A éstos, con un estilo ni común ni moderado, les estamos notando todos; y en todos los sentidos.

stats