Diego Joly /

El duque y la viuda de Larios

A finales del pasado siglo XIX, Diario de Cádiz recordaba dos simpáticas anécdotas de célebres aristócratas

CUENTA el Diario que en 1897, el duque de Rivas escribió en una ocasión a su amigo el conde de Villacreces que, deseando pasar una larga temporada por la provincia de Cádiz, viera si por permiso de la condesa podría proporcionarle una buena doncella para su señora. No tardó mucho en recibir contestación, diciéndole que podía contar con una joven que, sabiendo bien su obligación para el caso, era además recogida y recatada, según los informes.

Con tales recomendaciones, fue admitida al servicio; pero no pasó mucho tiempo sin que la duquesa notara algo que no le parecía correcto en su conducta. Un día, el duque, al visitar la cochera de su casa, sorprendió a la muchacha con otro sirviente.

Indignado con Villacreces, le escribió una severa carta lamentándose de la recomendación que le había hecho, mucho más cuando se trataba de persona al inmediato servicio de su señora, a lo que le contestó el conde extrañándole su queja, tanto más injusta cuanto que venia de un gran literato y académico de la lengua por añadidura, y que, si repasaba su primera carta, podría ver, que en la recomendación era recogida (vuelta a coger) y recatada (vuelta a catar), y, por tanto, no había lugar a la queja.

En la sesión de la Academia a que asistió el duque leyó la carta de Villacreces, y tras unas carcajadas de risas por su contenido, convinieron en la razón, dándoles al mismo tiempo una lección a los inmortales.

Por otra parte, en 1891, narraba el Diario que en Sevilla ocurrió un lance curioso a la señora viuda de Larios. Esta dama, al partir para la Corte, encargó a una imprenta para que le hicieran unas tarjetas de despedida y dio una lista de familias a quienes debían ser enviadas dichas postales. El error no pudo ser rectificado porque cuando se apreció ya la mayor parte de ellas estaban en manos de sus destinatarios. La señora quedó desagradablemente sorprendida cuando se enteró que en la tarjeta había sido equivocada una letra, en la que se leía:

PILAR LEÓN, VIUDA DE VARIOS.

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