Lo que diga Puigdemont

25 de octubre 2025 - 03:03

Ha bastado un teatral juego de palabras de la portavoz de Junts en el Congreso, Miriam Nogueras, para que se desencadene una formidable tormenta en la política española.

En vez del cambio de hora hay que empezar a hablar de la hora del cambio, dijo la independentista, y se desató una marejada de vaticinios, hipótesis y especulaciones sobre el futuro inmediato. ¿Irá en serio, ahora sí, la amenaza de Carles Puigdemont de retirar su apoyo a Pedro Sánchez? ¿Será un episodio más del chantaje permanente de Junts? Ya se habla de una posible moción de censura para derribar a Sánchez y hasta de los personajes independientes que podrían protagonizarla presidiendo un gobierno de transición hasta las nuevas elecciones generales. ¡Será por conjeturas!

La atención nacional ha sido cuidadosamente dirigida hacia la reunión que la dirección de Junts per Catalunya celebrará el lunes en Perpiñán (adonde muchos españoles, sobre todo catalanes, peregrinaban al final del franquismo para poder ver cine erótico). Es una ficción más: la ejecutiva de Junts no va a decidir nada sino a refrendar lo que ya tiene decidido Puigdemont, sea lo que fuere.

Poco importa si lo que se le ocurra al ex president prófugo sea romper el pacto con el Gobierno, darle un nuevo ultimátum –uno más– por no cumplir sus compromisos o consultar a la militancia si se hace una cosa o la otra. Lo que importa es que estas maniobras reflejan en grado superlativo la anomalía que aqueja a la democracia española: la gobernación de España depende enteramente de la voluntad y los intereses de un hombre que no se siente español, que no cree en España y que encabezó una rebelión para liquidarla, rebelión de la que no se ha arrepentido nunca y que estaría dispuesto a repetir si lo considera necesario, según confesión firme y reiterada.

Lo anómalo, y patológico, no es que se pacte la investidura con un partido independentista que sólo cuenta con siete escaños entre 350 y que profesa una ideología en las antípodas del socialismo democrático, ni que a cambio de un apoyo cicatero se conceda a sus dirigentes una amnistía por sus graves delitos. Lo peor es que se pacte con este dirigente (el líder más denostado por los españoles) y la forma en que se ha pactado (de rodillas, humillándose ante su actitud prepotente y chulesca).

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