El cura de Conil

La gente lo quiere, lo quiere de verdad. Por donde ha ido ha dejado una estela de afectos

La venganza es un plato que se sirve frío, no tiene otra explicación dejar al cura de Conil pelao y mondao, compuesto y sin parroquia, interino en su patria, sin lo que significa la titularidad, haberlo echado de la docencia en el Seminario y en todo lo alto el Derecho Canónico. Se trata de una poda en toda regla ante el silencio miedoso de sus hermanos sacerdotes que, atención, podían firmar un documento conjunto a favor del Obispo, o a favor del sacerdote. Como si no fuera con ellos. ¿Explicación? Me llega de dentro de la curia diocesana: por miedo o por beneficio. Zornoza maneja bien estos despliegues pero no suma afectos de los diocesanos, le quedan cuatro años duros, si no lo mandan a Zamora antes.

Este es el resultado de los modos episcopales del madrileño, de una inercia que llega del bueno de Añoveros al que siguió un obispo tan fino, tan intelectual y prudente como monseñor Dorado Soto, al que sucedió uno de los obispos más buenos que se recuerdan, don Antonio Ceballos.

Llegó el de Getafe y mandó parar, así fue. Y esta es la última trapisonda, la nueva poda al mascarón de proa del navío que navega contra sus modos y maneras de conducir la nave, de trabajar la Viña. Del Señor. Algún movimiento en el tablero, poco creíble, no va a silenciar el murmullo de desaprobación de la gente y algunos curas, sobre todo de la gente, mucha hay que no lo puede ni ver, ni en pintura. No vino a traer la paz, sino la guerra, parece ser. El miedo es libre pero el boca a boca funciona y se multiplica, cien ojos lo miran todo, la otra parte en que ha dividido la Diócesis espera su oportunidad en un horizonte de cuatro años, que no son nada pero serían menos si el Nuncio se lo lleva y aquí paz y allí gloria.

Conil va a ser noticia hasta que ejecute la segunda parte del plan. ¿Esperaba la reacción del alcalde ateo? La gente lo quiere, lo quiere de verdad. Por donde ha ido ha dejado una estela de afectos, una corriente de simpatía, de amistad.

Todo el mundo sabe que el cura cree en Dios y ama a sus fieles, se deja la vida por ellos. Por eso no entiende lo turbio que se mueve a su alrededor, las manos que traman su caída, que buscan su mal. Si era feliz como profesor el seminario, fuera; si era feliz en la parroquia de Conil, fuera también. No alcanzo a ver el próximo tajo que le van a dar, si la gente no se pone delante y lo impide.

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