Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El bono cultural: son 190

Hay frases que no parecieron tener importancia cuando alguien las dijo en cualquier charla, pero que con el tiempo vas rumiando y rememorando, y cobraron cuerpo por tener la rotundidad de lo simple. "Uno vota a quien promete lo que a uno le interesa, aunque a otros no les interese tal promesa en absoluto", oí una vez. La cosa va así, si creemos en los votos, a falta de alguna forma mejor y más digna de ejercer el poder. Los gobiernos aristocráticos -de los mejores- son un ideal griego clásico que choca con la natural propensión del poder hacia la corrupción: dioses humanos ecuánimes, eficaces y de perfecta condición moral no existen. Shit happens, dicen en inglés: la mierda llega siempre; lo malo es parte de la vida y a duras penas puede ser evitado. Por lo mismo decimos que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Lo sabemos bien: miles de políticos españoles del periodo democrático han sido encausados por corrupción, y todavía hay decenas en la cárcel. Muchos se habrán ido de rositas y bien colocados para sus restos.

Se negocian ahora los apoyos a los Presupuestos del año próximo. Y se promete un bono de 400 euros a quienes cumplan 18 años en 2022, para que el ya mayor de edad lo invierta en "cultura". Cómo hacerlo, es otra cosa. Algo lícito, si atendemos a la frase arriba citada. Se premiaría con esto a los nuevos adultos; no a todos los jóvenes, oh paradoja excluyente. Es un cebo que puede atraer el voto de los indecisos y virginales votantes, que deja fuera del lucido regalo a otros chicos y chicas en edad de merecer. De otra parte, es un guiño a la economía e industria de la cultura, cuyos agentes están circunspectos ante el anuncio. No se precisa si, por ejemplo, los videojuegos o los toros son cultura, o el carné de tu equipo de fútbol: la cultura es poliédrica y tiene confines borrosos. Podemos, en el Gobierno, busca votos en su segmento. Los caladeros electorales son explotados por los partidos, en una dinámica algo perversa para el bien común. Unos tienen caladeros amplios; otros, menguantes, dentro de una oscilación pendular que apunta a un retorno al bipartidismo. Los pensionistas no votan bonos culturales de ocasión. Y son brindis al sol para la cohorte de contribuyentes y cotizantes actuales -muchos, padres con contrato indefinido de los bonificados- que temen que se quedarán sin silla cuando la música se acabe. El bono cultural costará 190 millones de euros. El desembolso anual en pensiones es de 150.000 millones, millón arriba, millón abajo. Que cada uno valore. Y vote.

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