Con la venia
Fernando Santiago
Zambombá
No es que venga un meteorito, ni que el calentamiento global vaya a acabar con la civilización. Tampoco tiene que ver con que Putin pueda desatar el holocausto nuclear o con que Trump cambie las reglas del comercio mundial. Es posible que se acaben eso que llaman las tierras raras, aunque siempre encontrarán otras más raras todavía. Hay signos inequívocos de que nos abocamos a la extinción, como por ejemplo que un chaval de 29 años que solo ha cotizado en la política diga el pregón de Semana Santa, como si no hubiera en Cádiz ningún otro cofrade capaz de hacerlo... aunque igual es posible dado el nivel intelectual de algunos que van de bar en bar en lugar de ir de templo en templo. Otra muestra de que se avecina el final del mundo es que Bruno ha pasado de ser ese buen chaval que estaba en los gobiernos de Teófila o que se desvivía por hacer un favor como diputado en el Parlamento de Andalucía a enseñar los dientes y meter una bronca detrás de otra al PSOE, a Adelante o al que sea menester, haciendo verdad aquel que diu “de las aguas mansas líbreme Dios, que de las bravas ya me libro yo”. No habíamos visto así al alcalde, señal que nos envía la Divina Providencia para que confesemos nuestros pecados y nos hagamos con un kit de supervivencia porque viene un tsunami, antiguamente llamado maremoto. Los dos ídolos más celebrados de Cádiz tienen sobre sí sendas condenas, Mágico y el Eterno Capitán, otra señal de que se acerca el final de los días, que de aquí a nada esta nave espacial llamada Planeta Tierra va a dejar de estar habitada por seres vivos. Cosas siguen igual, quizás porque las señales comenzaron hace 20 años con otros gobernantes: siguen dándonos coba con el hospital, antes el PSOE, ahora el PP, Valcárcel sigue en ruinas, la Ciudad de la Justicia está pendiente de no sé qué trámite, el Campo de las Balas sigue siendo un aparcamiento, el Instituto del Rosario sigue abandonado, sobre el solar de la antigua Institución pesa como una losa el enésimo proyecto. Son tantas las señales que nos anuncian que la vida en el Planeta se acaba que no sé cómo no tomamos medidas para prevenirlo. Igual podríamos meter en una caja, como esas que se ponen en los cimientos de las obras, algunos elementos de la civilización: un milhojas de Casa Hidalgo, una tapa de ensaladilla del Labra, una tortilla de camarones de Casa Angelita, un crucerista despistado, un malvado turista que tiene la culpa de todo lo malo que le ocurre a la ciudad, un/una pureta que se manifieste por algo, sea Palestina, la paz, la sanidad pública, las pensiones, para que si alguna vez vienen pobladores de otro planeta puedan ver cómo era la Trimilenaria, si le podemos llamar vida inteligente.
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