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Si Feijóo hubiera pedido y organizado la dimisión a Mazón, el todavía presidente valenciano no hubiera renunciado el mismo día en que comenzaba el juicio al fiscal general del Estado. Puestos a dimitir por exigencias de Génova, hubiera esperado una semana para concentrar todos los focos en las sesiones donde se investiga si el máximo responsable del Ministerio Público ha delinquido en el ejercicio de sus funciones. No, Feijóo no debió exigirle la dimisión para ese mismo lunes, aunque todo indica que lleva tiempo queriendo que se marche porque hace un año que en Valencia están los pies de barro de este PP. Y Valencia, junto con Andalucía, son los dos territorios fundamentales para ganar cualquier congreso de la mano de Madrid. Pero ese lunes era el peor día, porque obligó a compartir las portadas de los periódicos y las escaletas de los telediarios. Otro dato: Mazón dice que se va y no hay un recambio. El presidente de la Diputación de Valencia no es diputado, y la alcaldesa de la capital prefiere amarrar el cargo actual y no seguir los pasos erráticos de Juan Espadas en Sevilla. Si Feijóo hubiera dirigido esa dimisión hubiéramos tenido un candidato designado desde ese mismo lunes. Mazón no ha querido hacerle el último favor a Feijóo, el último servicio al partido que lo ha soportado en el cargo tras una tragedia con 229 muertos, una desgracia en la que el presidente no ha estado a la altura y en la que ha cambiado varias veces de versión.
Vox, el socio necesario para investir a un nuevo presidente, encarece el precio de su apoyo. No tiene nada que perder, su objetivo más ansiado son las generales. En el cuartel de Vox está bien alzado el rótulo: “Todo por las elecciones generales”. Todo lo demás es complementario. La clave en las comunidades autónomas es fidelizar a la parroquia propia, la que exige un posicionamiento duro. Los sondeos en Valencia, además, auguran subidas del partido de Abascal y de la muchachada de Compromís. El PSOE no recoge apoyos nuevos, probablemente porque Mazón no es el único rostro de la tragedia para muchos valencianos. ¿Por qué motivo podría Vox tener prisas en garantizar la estabilidad del Gobierno valenciano? Recordemos que en Extremadura no tiene ni designado al candidato a las autonómicas del 21 de diciembre. Vox es otra velocidad, otro concepto. Ahora toca apretar hasta que la Presidencia valenciana parezca una silla de tortura.
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