La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
Pedro Sánchez ha recompuesto el ánimo después del sábado toledano que se tomó en la finca de Quintos de Mora, ha regresado a la manida táctica del y tú más y al ataque racimo como método de defensa, pero eso no le salvará de lo que le resta: asumir responsabilidades políticas por los dos casos de corrupción encadenadas que unen a José Luis Ábalos y a Santos Cerdán. Con independencia de si el PSOE también se financió a través de las mordidas de sus dos ex secretarios de Organización, Ábalos y Cerdán eran el verbo. El partido. No es posible encapsularlos ni degradarlos a la categoría de anécdota como dio a entender ayer Sánchez en el Congreso en su dura respuesta a Gabriel Rufián.
Los periodistas que hacemos crónicas políticas recurrimos en ocasiones a fuentes anónimas de las que, no obstante, debemos ofrecer varios datos que indiquen su pertenencia y su posición. Así, por ejemplo, citamos a un diputado socialista crítico o a un senador del PP afín a Isabel Díaz Ayuso con el objetivo de no hurtar al lector el interés que la fuente pueda tener en su declaración protegida bajo el anonimato.
En una ocasión y después de haber citado a “fuentes de Ferraz” como máxima autoridad en un asunto interno del PSOE, Santos Cerdán telefoneó al director de este periódico y le aclaró: “Fuentes de Ferraz soy yo”. Traducido, significaba que cualquier otra voz anónima de la Ejecutiva federal carecía de importancia, Ferraz era él. Como Ábalos antes, el navarro era el partido y su voz de mando servía tanto como la del presidente del Gobierno.
Las medidas anunciadas por Pedro Sánchez son, de momento, insuficiente. O “ridículas”, tal como ha confesado, de modo anónimo, un dirigente andaluz: la reforma en profundidad de la Ejecutiva federal sólo consistirá en nombrar a un secretario de Organización y la comparecencia ante el Congreso se atrasa tres semanas. La expulsión de Cerdán se daba por hecha, después de leer y escuchar su participación en mordidas, aunque ha sido el diputado navarro el que se ha dado de baja.
Sánchez debe elegir si salvar esta legislatura o salvar la marca del PSOE, porque los nuevos casos de corrupción que quedan por salir fulminarán la credibilidad del partido si no se han anticipado los ceses y las dimisiones.
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