El pinsapar

Enrique / Montiel

Sangre en Roma

30 de abril 2013 - 01:00

Aquí, en la edición de internet del Diario, se esconde uno con un nombre, que puede que sea falso, que cuando le parece descalifica, miente, falsea y manipula sobre mi persona. O sobre mis compañeros de columnas. Creo que me odia. Sencillamente. Yo digo lo que pienso, y lo firmo. Él publica comentarios pero no firma nada. Establece el criterio desde una supuesta superioridad moral, la suya. Según la cual yo debo escribir -y firmar- lo que a él le parece y piensa, no lo que me parece y pienso yo. Es muy de cierta izquierda totalitaria esa "superioridad moral". Viene de antiguo. Y por eso, llegado el momento, hicieron lo que hicieron. Quiero decir que el domingo mismo, en twitter, el que Cotino fuera (no lo sé, que conste) católico confesional, fue un agravante en el juicio "moral" que algunos le montaron por las declaraciones al programa de Jordi Évole. Repliqué diciendo que le aplicaban el Código Penal de la Checa y me pusieron entre los de Paracuellos del Jarama. No los asesinados, los que consideramos que aquello fue un crimen atroz, horroroso, que ensució para siempre la II República. El susodicho del twitter firmaba como UHP, qué curioso, una organización de ese período (Unión de Hermanos Proletarios)que ha pasado a la memoria de la época por su grito de guerra: ¡U hache pe, en España no se paga alquiler! Todo esto me ha venido a las mientes cuando he sabido -y visto en la tv- la sangre de Roma. Un tipo que se ha separado de su mujer y ha perdido su trabajo, ha cogido un arma y ha disparado a policías porque no tuvo ningún político cerca al que asesinar. En la puerta del palacio de gobierno donde, en esos momentos, juraban o prometían sus cargos el nuevo gobierno, que ha sido un parto de los montes. Es de nuevo ese fantasma que recorre Europa: "Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes." Lo escribieron en el Manifiesto Comunista (1848). Rafael Alberti lo pondría en verso a su modo muchos años después: "…Y las viejas familias cierran las ventanas,/afianzan las puertas,/y el padre corre a oscuras a los Bancos (...)". Algunos siempre cruzan esa línea trazada en el monte Nebo, el mandamiento quinto de la Ley de Dios: No matarás. Ello nos separa de la barbarie, nos hace hombres libres, humanos. Aquí sabemos ya mucho de asesinos y asesinados, de violencia, de odio. Y de esa supuesta superioridad moral abominable.

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