Preparados, listos, ya

Ser joven ha sido siempre muy interesante, pero en estos tiempos, gracias a la maldición china, mucho más

Comenté con unos jóvenes esta frase imprescindible de Chesterton: “Un problema es –si bien entendido– una aventura”. Les vaticiné que van a tener más aventuras que nadie. Los problemas cercan a nuestros jóvenes. Tienen, por supuesto, los clásicos de la juventud desde los tiempos de Matusalén: la espera del amor, la búsqueda de una vocación profesional, la incertidumbre de su lugar en el mundo… Pero los jóvenes de ahora se enfrentan, además, a problemas de rabiosa actualidad. Están rodeados de las incertidumbres originales de un cambio de época: las económicas, las sociales, las educativas y, gracias a Sánchez y sus negociaciones, las políticas. No es lo mismo crecer y vivir en un Estado estable y digno que en uno bananero y humillado de PIB declinante y prestigio internacional evanescente. Les ha caído en lo alto la maldición china: “Ojalá vivas en tiempos interesantes”.

En este contexto hay que entender el debate sobre “la generación más preparada”. Hace muy bien David Cerdá en desmontar esa falacia demagógica. Han sido desheredados de la gran cultura occidental, que era su herencia legítima, como denuncia el político y ensayista francés François-Xavier Bellamy. Re-prepararse y reclamar su herencia (que, por fortuna, no ha prescrito) es una parte sustancial de la aventura que les aguarda.

Como consuelo y acicate, también podríamos preguntarnos que quién se preparaba para lo que nos está sobreviniendo. Obsérvese el caso del rey Felipe VI. Parecía que su sobrenombre histórico iba a ser el Preparado, dicho a la española: a medias con guasa y a medias con exactitud. Pero mi sensación es que eso está dejando de decirse. No porque haya caducado su preparación tan meticulosa, sino porque se enfrenta a retos constitucionales que afectan a la nación y a la monarquía para los que nadie podía estar ni medianamente preparado.

Mutatis mutandis, los jóvenes. Preparados o no, lo que no pueden es quedarse parados. Su preparación hoy por hoy tiene que ser la de “preparados, listos…, ¡ya!”. A su generación, la historia les tiene reservadas una cantidad ingente de aventuras, esto es, de problemas (que pueden y deben ser entendidos bien). Ni post-pararse en lamentar la preparación perdida o inútil o sobrepasada, ni siquiera parapetarse contra las inclemencias del tiempo actual. Están a tiempo de poderle al tiempo, que tiene, por naturaleza, una debilidad: pasa. Jóvenes, ¡haced que pase!

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