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El Palillero

José Joaquín / león

Patrimonio de lo material

UNA vez terminado el Bicentenario, a pesar de la Plataforma Logística, Cádiz debería marcarse un objetivo básico: entrar por la puerta grande en el Patrimonio de la Humanidad material. De esto se empezó a hablar cuando era alcalde Carlos Díaz, hace 30 años, o más. Y ahí seguimos, a las puertas, y sin tener claro cómo se entra. Ahora se habla del Carnaval como patrimonio inmaterial. Pero el reconocimiento que le interesa a Cádiz es el material para asentarla como ciudad turística de primer nivel, e integrarla en el cuarteto de referencia andaluz, junto con Sevilla, Granada y Córdoba, que están plagadas de hoteles y llenas de turistas.

Siempre se dice: hay que aprovechar las sinergias. ¿Y eso qué es? Pues que si hay un Mundial de Motos en Jerez también vengan a ver el Cádiz histórico sin atropellar a nadie. O que, en verano, los turistas de los hoteles de cinco estrellas del Novo Sancti Petri vengan a ver el Cádiz histórico sin encontrarse casi todo cerrado. La provincia logística tiene alicientes turísticos, unos mejor explotados que otros. Pero la capital, que es una ciudad con posibilidades diversificadas para el turismo (desde la playa a los monumentos), sufre una crisis de identidad con sus encantos desaprovechados.

Queremos que la Unesco le conceda un cuele a Cádiz en el Patrimonio de la Humanidad, pero ni siquiera tenemos claro a qué. ¿Qué ponemos en el Patrimonio? Se ha hablado de los fenicios, del Cádiz del Pópulo, de las murallas y el Cádiz colonial, del Cádiz constitucional y liberal… Ahora del Carnaval como patrimonio inmaterial. Pero esto sería como la guinda del pastel. Lo más importante de la historia y el arte de Cádiz no es el Carnaval. Antes que el patrimonio inmaterial hay que colocar el material.

Debemos centrar el tiro, sin disparar a tontas y a locas. Lo más original de Cádiz es el conjunto de sus torres miradores, sus iglesias marineras (Catedral Nueva y Vieja, Carmen, Santo Domingo…) y sus baluartes, ese Cádiz colonial que influyó en otros monumentos y ciudades de América que ya fueron reconocidos.

Pero aquí nos dedicamos a desvariar, sin apostar en serio por revitalizar el mejor Cádiz de la historia. El estado de tantas torres miradores, que se caen a pedazos, habla por sí solo. Y luego a la Torre Tavira no le dejan poner un ascensor, que se podría integrar en el monumento. Aquí se abandona lo evidente y se discute todo, mientras en la Unesco pasan de ese Cádiz material que todavía resiste.

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