Manual de disidencia
Ignacio Martínez
El Rey predica en el desierto
No hace ni diez años que nos quejábamos de la escasa retribución de nuestros jóvenes. Se acuñó el término mileurista a raíz de la queja de una chica en la sección de cartas al director del periódico El País. De esa manera se reflejaba cómo la generación mejor formada de la historia de España era, a la vez, la peor retribuida y se hacían todo tipo de cuentas de cómo se podía vivir con mil euros al mes: hipotecas a 40 años, la ayuda de los padres, la necesidad perentoria de compartir piso, etc. Nunca como antes había habido tal número de universitarios gracias a la proliferación de universidades, al aumento de las becas y a la mejor del nivel de vida de las familias españolas. Nunca como hasta ahora una generación había tenido conocimientos de nuevas tecnologías y de idiomas, máster , viajes y doctorados. Al orgullo por esa mejoría de la vida en España se contraponía la baja retribución. De ahí surgió el término mileurista. Ahora el mileurismo se ha convertido ya en un espejismo: cientos de miles de jóvenes darían cualquier cosa por ser mileuristas. No ya sólo porque el paro juvenil en España supera el 40% sino porque la retribución media ha bajado de esa cifra mágica de los mil euros mensuales. Ahora es habitual el uso de contratos a jornada parcial, en prácticas, becarios y similares que hacen el trabajo que debería hacer un empleado con un contrato estable y retribuido con una cantidad que permita vivir de manera autónoma. Se anuncia incluso por el PP que la renta básica de emancipación va a desaparecer.
Por si esto fuera poco la patronal nos propone lo que se ha dado en llamar miniempleos, minijobs en inglés. Contratos con una retribución de 400 euros que permitirán, dicen, la inserción laboral de nuestros jóvenes. Así habremos pasado de los mileuristas a los cuatrocientistas , que casi tiene nombre de corredor olímpico. Pequeños salarios para empleos normales destinados a gente con formación. La miniaturización de nuestros derechos laborales. Por primera vez en la historia de España tenemos la sensación de que le vamos a dejar a nuestros hijos un mundo peor del que nos encontramos. Mientras se reducen salarios y derechos observamos atónitos cómo siempre hay dinero para salvar bancos y las retribuciones correspondientes de sus directivos: bonus, gratificaciones, mejoras, derechos sobre acciones y otras retribuciones similares. Pero la cosa no ha parado aquí. Se ha llegado ya al extremo de que algunas empresas están ofreciendo puestos de trabajo sin pagar nada o pagando una cantidad testimonial hasta el punto de que ha nacido un movimiento denominado #gratisnotrabajo. Por ahora el movimiento suena bien pero no es descartable que termine regulándose una prestación de esta naturaleza sobre la base de la necesaria inserción laboral, el aprendizaje y otras zarandajas por el estilo. En ese camino estamos. Si como dicen los masai la Tierra no la hemos heredado de nuestros padres sino que la tenemos prestada por nuestros hijos, vamos a entregar el préstamo en peores condiciones de las que lo recibimos.
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