La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez aguanta más que el teletexto
No sé si achacarlo, como tantos males, a las leyes educativas o a los cambios de las costumbres pero vivimos en una época donde nadie se quiere hacer responsable de sus actos. Si los niños hacen el gamberro en el colegio, en el tren o en un bar, los padres les echan la culpa a los maestros, a los viajeros o a los presentes. Desde ahí se forja esa generación que no quiere hacerse cargo de sus actos. La máxima expresión de todo lo anterior son las redes sociales, donde decenas de miles de personas, amparadas en el anonimato, se dedican a proferir todo tipo de insultos amparándose en la libertad de expresión. Ya no es que la gente incumpla las normas de urbanidad, las de tráfico y evada todo tipo de impuestos y ordenanzas, es que cuando les pillan le endosan la culpa al empedrao. Cuando veo a esos padres indiferentes ante las salvajadas de sus hijos me convenzo de lo que harán esos niños cuando alcancen la edad adulta, si podemos llamar de esa forma a una mayoría de edad sin consecuencias ni responsabilidades. De manera natural los 10 de Puerto Real condenados por haber protagonizado altercados en el puente Carranza hace cuatro años no sabrán jamás sobre la responsabilidad individual, sobre asumir las consecuencias de los actos. El comité de empresa de Matagorda ha decidido pagarles la multa a la que fueron condenados, más de 1.000 euros por persona. De esta forma esos chavales no sabrán nunca que lo que uno hace tiene consecuencias, seguirán sumidos en la burbuja de la irresponsabilidad. Fueron al puente, destrozaron el mobiliario urbano con las herramientas que transportaban en sus coches y se fueron. Tuvieron la mala suerte de que los paró la Policía y se abrió un procedimiento judicial cuya sentencia han aceptado de tal manera que no tendrán cárcel ni multa. Tampoco los encausados del Valcárcel Recuperado tuvieron la gallardía de asumir ninguna responsabilidad. Todos se encogieron de hombros y buscaron cualquier tipo de excusas para quedar exentos. Nadie se hizo responsable de aquello, a pesar de ser una causa noble. Así que no me extraña que ahora nos asombremos porque los 70 diputados que han votado la independencia en el Parlamento de Cataluña lo hayan hecho a escondidas, no vaya a ser que sus actos tuvieran consecuencias. Quisieron revestir de épica una declaración y lo hicieron de manera vergonzosa, tapándose por si acaso. Eso sí, cantaron el himno sangriento del buen golpe de hoz, que ahí no pasa nada. Algunos le llaman astucia a lo que es cobardía.
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