Kilómetros de costa

20 de diciembre 2025 - 03:05

No sé si escribir o no de eso de Feijóo de que los andaluces no sabemos contar y que los gallegos tienen muchos más kilómetros de costa. No querría parecer ofendido ni por asomo ni por el kilometraje ni por el tonteo del conteo. Por otro lado, esta columna también presta un servicio público y se puede sacar una enseñanza que nos haría bien. Expondré rápidamente los extremos de la cuestión y a correr.

Primero, por qué no me ofende. Soy muy sedentario. Incluso entre las playas de mi pueblo, varias me resultan exóticas, prácticamente tropicales. Sólo una es mía, a lo Luis Cernuda: “Mas ¿qué importan a mi vida las playas del mundo? / Es ésta solamente quien clava mi memoria”. Fuera de Santa Catalina, ir a la playa de la Muralla –tan pinturera– o a la de Valdelagrana –larga y caminable– son excursiones, si no viajes o singladuras. En cuestión de kilómetros, yo con unos cien metros estoy servido.

Pero conozco una playa de Galicia llamada La Lanzada. Es preciosa. Y muy extensa, desde luego. Una vez me bañé en ella, en pleno verano, y supe por qué se llamaba “la lanzada”. Qué dolor agudo de congelamiento. Contraído, me sobraba de golpe aquella extensión. A esa temperatura, basta un vasito de agua, pero dulce. Más de un vaso me parecería masoquismo.

Con esto no quiero restar un ápice a mi admiración a la belleza de aquella playa con su viento cortante y todo. Una maravilla para verla. Celebro mucho los kilómetros de litoral fresquísimo que tienen los gallegos y tantas otras cosas extraordinarias como su Apóstol, su catedral, sus militares, sus escritores y poetas, y su pulpo a la ídem.

Vayamos, pues, a la enseñanza. No parece nada inteligente en esta España cuarteada que un líder nacional se dedique a las comparaciones desdeñosas y sólo contra eso escribo este artículo (además de para celebrar, de paso, las piedras de Santiago –las de chocolate–, que me regala mi amigo galleguísimo Ignacio Lete, y que son una delicia incomparable.)

España tiene muchos problemas institucionales, políticos, económicos, demográficos, culturales y geoestratégicos, pero la catetez autonómica, tan fomentada por los califas de las taifas, no se queda atrás: es ubicua e invalidante. La intención de Feijóo era gastar una broma sin más, pero necesitamos bromas con más, que insuflen buen humor y unión.

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