Intercambiables

El lanzador de aceitunas de huesos y Adriana Lastre podrían desempeñar el mismo papel en la comedia

El lanzador de huesos de aceitunas y Adriana Lastre se parecen tanto que podrían desempeñar el mismo papel en la comedia -o el drama- del vivir de España. Son desleales, bocazas, impertinentes, faltones, descreídos y cínicos en partes iguales. Es lo que tenemos, alguna culpa habremos contraído los españoles para que nos represente esta gente tan chusca y desagradable. Sin que se levante un ciclón de voces generales pidiendo parad ya, está bueno lo bueno, todos tenemos que meter el hombro, que estáis ciegos o algo peor y nos estáis llevando a la ruina. En el caso murciano, lo que parecía un diamante en bruto resultó ser sencillamente un bruto. En el caso de la dama, pues si la han puesto ahí por algo, allá cada uno con sus culpas, que no creo que ese algo sea lo más conveniente. Si la misión deseable es unir ante esta adversidad, este bochorno, esta desgracia, esta catástrofe, pues callados estarían más guapos.

Pero qué va, ni debajo del agua paran de decir enormidades, deformaciones, críticas sin fundamento, inoportunidades y demás arsenal de la faramalla. Digo que veo en la televisión la locura por un pan -¡por un pan!- en las calles de Kabul, las mujeres desesperadas por un pan para sus hijos y los talibanes con el Ak 47 dispuestos a vaciar el cargador sobre el pueblo afgano inerme, la gente desesperada y con el miedo de lo peor, los drones invisibles lanzando misiles visibles, y aquí a ver si rasco unos votos -¡unos votos!- diciéndole a Sánchez cualquier cosa menos bonito, como si tuviera la culpa de la ocupación de un país remoto por los barbudos con fusiles, y a Casado lo mismo de lo mismo, o lo contrario si fuera de menester. Cuando en Rota, que está allí enfrente, nos han traído lo que Dios ha querido salvar del diluvio.

Es que se ha producido una transducción de las imágenes terribles de la televisión a los barracones de Base, con tres comidas al día y la seguridad de un sueño sin sobresaltos a través de un filtro que convirtió el miedo en esperanza, la nada en futuro, un país de escombros en una esperanza de otra vida es posible. Qué diferencia de intercambiables, lo de Rota y los de un micrófono para el de los huesos de aceituna y la dama castellana, que ametrallan lo deseable y lo necesario por el enfrentamiento y la crítica acerba incluso en lo que debería ser algo de todos, que España es España todavía, ¿no? Pues no, hay esto, esta mecánica asentada de disparates, de desencuentros, de estupidez. Cuando lo que necesitamos es estar unidos. Para lo que viene.

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