Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Guayaberas

En Cádiz nuestros padres y abuelos la usaban con asiduidad aunque algunos la llamaban sahariana

Durante décadas fue más seguro ir desde Cádiz a La Habana que a Madrid. El único riesgo del viaje americano eran los temporales mientras que el Camino Real estaba lleno de bandoleros. Quizás por eso los intensos vínculos entre la ciudad y el Mare Nostrum español. Empezó en el XVI con los galeones de Indias , de ahí a los vapores correo de la Trasatlántica y hasta mediados del siglo XX los barcos de la compañía Ibarra, los Cabos, que unían España con América desde Cádiz para llevar a la gente que huía de la miseria y la persecución. Por eso pasó por Cádiz Trotsky, al que estamos tan agradecidos.

Este trasiego humano nos trajo el carnaval con sus güiros, sus pitos de caña y sus melodías y los cantes de idea y vuelta como los llamó Fernando Quiñones , muchos vínculos humanos y culturales que perduran hasta el día de hoy("Ni Veracruz es Veracruz, ni Santo Domingo es santo, ni Puerto Rico es tan rico, pa que lo veneren tanto"). Los marineros de los barcos iban y venían y con ellos viajaban ritmos y costumbres. Quizás cualquiera de ellos o algún otro viajero llegado de la Perla de las Antillas(¿Martí?), introdujo en Cádiz una prenda que, según dicen, se había inventado en Cuba y comenzaba a extender su uso por la ribera del mar Caribe: la guayabera. Una camisa para hombres con cuatro bolsillos y unas rajas en los costados. Fue tal su éxito que en Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Portobello, Campeche, Veracruz, Granada, León, San José, San Juan, Santo Domingo y tantas otras ciudades caribeñas se impuso la moda. En Cádiz nuestros padres y abuelos la usaban con asiduidad aunque algunos la llamaban sahariana . En Sevilla, siempre a rebufo, la siguen llamando cubana. El caso es que la prenda ha decaído en su uso por otras más convencionales. A muchos usuarios actuales les da reparo una vaga semejanza con camareros o barberos hasta que un grupo de irreductibles comandados por Antonio Hernández Rodicio y Carlos Alarcón inventaron una entidad fantasma que reivindicaba su uso. Era un artefacto sin socios, sin jerarquía, sin decanos ni vicedecanos, sin reuniones ni fiestas. Tan solo existía un reglamento y la libre imaginación. Ahora la reunión reivindicativa se ha convertido en un clásico del verano gaditano, con la asistencia inclusiva de mujeres, alguna de las cuales luce la prenda, por mucho que el alcalde y algún otro desinformado piense lo contrario. Ya saben lo complicada que es la ironía en esta ciudad con tantos graciosos, tanta simpatía, tanto age y tanta sonrisa.

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