El primer "boom inmobiliario" en Chiclana se produce desde la segunda mitad del siglo XVIII, hasta la ocupación de la ciudad por las tropas francesas en 1810. Durante esos sesenta años se van construyendo gran cantidad de viviendas que desbordan su casco histórico y la demanda de extensas parcelas para fincas de recreo, genera que se construyan importantes edificaciones de manera diseminada en todo el término municipal.

La razón fundamental para que se produzca este complicado desarrollo, fue el resurgir de la economía en la ciudad de Cádiz, una vez que se traslada desde Sevilla la Casa de Contratación. El Conde de Maule ya opina y escribe a principios de siglo XIX, que el desarrollo de la villa de Chiclana se produce debido a que "participa del riego de los metales de América". Cádiz, pasó a convertirse durante ese siglo en una de las ciudades más grandes de España (superada solo por Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla) y posiblemente la más rica, duplicó durante el siglo XVIII su número de habitantes pasando de 40000 a 80000, y si sumamos la población flotante, que continuamente generaba el comercio con América, debió de llegar a los 100000 habitantes. Es decir casi la población actual, que vivía hacinada en el Cádiz interior, pues no existían importantes asentamientos fuera de las "Puertas de Cádiz".

En esta situación no es de extrañar que por esa época la burguesía gaditana fuera propietaria de un tercio de las viviendas de la villa y podrían ser más de cuatro mil los que asiduamente "veraneaban" en Chiclana. El ya citado Conde de Maule nos describe esta situación: "Este país (se refiere a Chiclana) es el lugar de privilegio para el recreo de las gentes de Cádiz. Aquí pasan sus mayores delicias en primavera y otoño, particularmente en el mes de mayo. La mayor parte de las casas de son de gentes de Cádiz, las cuales se divierten en tertulias y bailes".

Este rápido y sustancioso enriquecimiento que origina el comercio, así como el gran número de inmigrantes de muchos países europeos y americanos que venían al olor del negocio con Ultramar, origina en Cádiz una burguesía, culta y emprendedora. Pues esta burguesía gaditana escogió para sus ratos de ocio y esparcimiento la villa de Chiclana.

Dentro de este colectivo de pudientes que vivían una vida social refinada y culta, destaca de una manera fulgurante y singular una mujer, Frasquita Ruiz de Larrea y Aherán. Su relación con la villa de Chiclana fue muy intensa, pues desde su juventud pasó en ella largas temporadas. La mayor parte de la ocupación de Chiclana por los franceses la pasó Frasquita en su casa de Chiclana, teniendo como huésped obligado al general francés Villate.

Entre sus muchos amigos intelectuales, intimó con el chiclanero Antonio Cabrera ( Magistral Cabrera) con el que comentaba y discutía de botánica , filosofía y teología, era una persona considerada como ultracatólica. Contrajo matrimonio con el alemán Juan Böhl de Faber y tuvieron cuatro descendientes, la mayor Cecilia, sería la famosa escritora romántica conocida con el pseudónimo de Fernán Caballero.

Se ha escrito que tuvo su residencia en la "casa de las palomas", en el Retortillo, pero de la lectura de las cartas, enviadas desde su casa, a su marido, y que se incluyen en el libro de Antonio Orozco Acuaviva, se llega a la conclusión de que es un error. Así el 8 de Julio escribía: " Quando veo en la fortaleza de Sta Ana (que ya no es el bonito templo que hermoseaba Chiclana) un cañón del 24 con la boca hacia nosotros en dirección al camino de Medina, me estremezco". En agosto, el 1810 escribe" En la hora oscura de la tarde veo el fanal de San Sebastián…" y más adelante "el levante se lleva a los mares el estruendo del cañón y el poniente nos trae todo su estrépito. También nos comenta que divisaba desde su balcón la luz tenue de la capilla del Cementerio. Por todo ello se deduce que la situación de su vivienda sería en la Banda, cerca de la Iglesia de San Sebastián, junto al río y frente al cementerio viejo.

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