Cuando se exprime una naranja, hay quien prefiere colar el jugo para que la pulpa quede convenientemente apartada del zumo que va cayendo al vaso. Porque hay quien prefiere el zumo muy líquido, sin lo que consideran incómodos tropezones que, como pasa con la pulpa, se van colando por los labios sin que guste su textura y su sabor. Es lo que pasa cuando se exprime una naranja. O cuando un partido de corte naranja exprime a un político pescado a sedal como pieza de prestigio, a Valls por ejemplo, y después de sacarle todo el jugo como cabeza de cartel, sin el resultado esperado, lo elimina como si de una molesta pulpa se tratara. El partido tiene su zumo limpio, sin impurezas, pero de sabor tan insípido como de costumbre porque ha preferido colar esa comprometida y honesta pulpa. Es lo que tienen las naranjas: que unas son de mesa, otras de zumo, varias amargas y algunas tontas.

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