Don Tancredo ante la Historia

La estrategia de Rajoy pasa por que el nacionalismo catalán se contradiga solo. A ver

La locución latina "Fiat Iustitia et pereat mundus" ("Hágase Justicia, aunque perezca el mundo") no va con Rajoy. No porque el hombre tenga nada contra la justicia. Qué va. Lo tiene contra el "fiat", esto es, contra hacer algo. Con el nacionalismo catalán, ha optado, naturalmente, por su misma línea de (in)acción.

A mí no me gusta. Yo soy del "pereat mundus", pero cumpliendo y haciendo cumplir la ley. La contundente defensa del catedrático Rafael Arenas de la aplicación el art. 155 de la Constitución es impecable. Hace años tendría que haberse puesto pie en pared ante los incumplimientos desleales del nacionalismo. Quizá no habríamos llegado hasta aquí. Pero Rajoy va a preferir su jugada de quedarse lo más quieto posible.

¿Por qué? Primero, por inercia (paradójica). Luego, porque le da igual la igualdad ante la ley. Si yo no pago una multa, ay; pero el presidente de la Generalidad puede marcarse un golpe de Estado sin despeinarse. Por último, hay también una estrategia. La actitud de Mariano calca una escena que es un clásico de las películas de guerra. El jefe ordena a sus hombres, con voz baja y tensa, mientras al galope el ejército enemigo se les echa encima: "Esperad, quietos, todavía no, ¡esperad!". Véase Braveheart, cualquier capítulo de Juego de tronos o la serie Vikingos.

Rajoy cree que el nacionalismo catalán se apresura, él solo, al fracaso, al desastre y a lo que nunca jamás puede hacerse en política: el ridículo. Va ciego como había advertido en sus Coplas Jorge Manrique: "No mirando a nuestro daño,/ corremos a rienda suelta/ sin parar;/ desque vemos el engaño/ y queremos dar la vuelta,/ no hay lugar". Si el Gobierno cumpliese su deber y aplicara la ley, ganaría mi aplauso y mi admiración, pero exacerbaría a los nacionalistas y crearía un bloque independentista muy compacto. Ahora, lo somete al desgaste de materiales, a la mofa internacional y a la contradicción interna. Los problemas de los catalanes acabarán volviéndose contra sus representantes, piensa Rajoy. Para el columnista, lo que él cree que tendría que hacerse resulta secundario. Lo que va a hacerse es, aunque le guste menos, lo que debe analizar. Y aquí puede incluso que salga bien. O no. Por desgracia, no se sabrá hasta que termine; pero Rajoy puede estar seguro de que la Historia, que lo tiene mucho más fácil para juzgar que el periodismo, lo hará con él según se resuelva este conflicto.

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