Yo te digo mi verdad

Confusión de lenguas

Me parece un atentado a lo español que en las escuelas del país no se enseñen nociones de los otros tres idiomas estatales

Me declaro estupefacto y en cierta manera dolido, y dolorido, cuando tanta gente por aquí abomina del catalán como si fuera una lengua, no ya extranjera, sino invasora. Nosotros, que nos ponemos tan picajosos y que hacemos resonar los golpes de pecho como gorilas amenazantes cuando nos censuran o se ríen de nuestra forma andaluza de pronunciar el castellano. Aprendí desde pequeño, quién se iba a figurar en tiempos aún oscuros, que tener cuatro lenguas era una riqueza de España, y no un problema. Muchas veces he alardeado por ahí de esta circunstancia, sin querer reparar en el mal uso que nacionalistas mal entendidos han hecho de esta abundancia: el idioma como arma.

Me parece surrealista que haya que imponer que en Cataluña se imparta el 25% de las clases en castellano y que los independentistas consideren que eso sería un grave daño a su cultura, tan ligada quieran o no a España, a lo bueno y a lo malo. Y por la parte que nos toca a todos los demás, me parece un atentado a lo español que en el resto de las escuelas del país no se enseñen, al menos, unas nociones de los otros tres idiomas estatales. Con el catalán y el gallego no habría muchas dificultades, dada su gran similitud de origen con el castellano. Y con el euskera, los niños no tendrían que hacer mucho más esfuerzo que con el inglés. Y si hay que hacerlo, pues se hace, ya que se trata de mantener las llamadas "esencias patrias", que en España nos dicen que no somos un país precisamente uniforme.

Cuando voy a Cataluña me gusta decir "bon día", y si recalo en el País Vasco disfruto saludando con un "egun on", lo mismo que me pasa cuando suelto unos alegres "buon giorno" en Italia, "kalimera" en Grecia y "bonjour" en Francia. Y cada vez, detecto un agradecimiento cordial por parte del nativo. La lengua se inventó para comunicarse, y no para dividir. No podemos pretender combatir el desarraigo de los catalanes menospreciando su forma de hablar, esa que aprendieron de sus madres y que fue la de su infancia.

Por supuesto que se equivocan aquellos que en Cataluña señalan al castellano como opresor, y mucho más los que adoptan actitudes criminales trasladando a la inocente lengua sus neuras, atemorizando a niños y atacando a sus padres, sin caer en la cuenta de la suerte que les ha caído al tener el universal español como una de sus formas de expresarse. ¿Pero cuándo los españoles amaremos al catalán como nuestro?

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