Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Pablo y Pedro
HACE más de dos milenios. Roma, entonces gran potencia, era gobernaba por el Senado, quien elegía a sus generales, a los cónsules y en definitiva a los máximos dirigentes, pero siempre con limitación de mandatos para que no se convirtieran en dictadores. Pues, en el 519 a. C. las cosas iban mal, pero que muy mal. Quienes gobernaban eran un desastre y los vecinos Eucos tenían a los romanos por la calle de la amargura. El Senado entonces se acordó de Lucio Quincio Cincinato, patricio romano que había mediado sabiamente entre tribunos y plebeyos y que se había retirado de la vida pública; ya que a su hijo Caesio, por ejercer la crítica ardorosamente contra los tribunos, le habían castigado con el exilio, cosa que él no podía tolerar. Varios de los senadores fueron a proponerle como gobernante con amplios poderes durante seis meses. Estaba el hombre en su granja a orillas del Tíber arando con sus bueyes la tierra, y al oír la proposición, sin soltar el arado, dijo que tenía que pensarlo y continuó su trabajo. Pero meditando aquella noche por su conciencia se decidió y a la mañana siguiente se presentó en Roma y aceptó el encargo. Llamó a todos los romanos a la lucha y en corto tiempo venció a la tribu levantisca y solucionó sabiamente los problemas. Podía haber seguido seis meses, pero, terminada su tarea, devolvió los poderes al Senado, dejó la toga orlada de púrpura y se volvió a su campo, para seguir arando con los bueyes. Rechazó todos los honores que se le ofrecieron y quedó siempre en la memoria como ejemplo de rectitud, honradez, integridad, austeridad rústica y falta de ambición personal. Y no era sólo un hombre de armas, sino que además fue un ejemplo de político con gran capacidad estratégica y legislativa. Su fama y ejemplo fue narrada por historiadores y cronistas y traspasó su tierra y su tiempo. En París hay una estatua suya. En Estados Unidos, a una ciudad le dieron su nombre que aún perdura, Cincinnati, y allí está sobre una estatua para ejemplo imperecedero. Políticos habría y hay buenos y malos, a los primeros jamás les dolería su presencia en bronce, a los segundos, en todo caso les sonaría a antigualla o a leyenda...
Y ahora que lo pienso, paro y recapacito...¿Porqué me habré acordado yo ahora de Cincinato?
También te puede interesar
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Pablo y Pedro
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Qué bostezo
La Rayuela
Lola Quero
Lo parasocial
Con la venia
Fernando Santiago
Los que ponen la primera piedra
Lo último