Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
EL nuevo equipo de gobierno en el Ayuntamiento de Cádiz, haciendo alarde de que no es de izquierdas, de que no tiene ideas propias y de que se arrastra tras los planteamientos neoliberales que impuso el Partido Popular sobre la ciudad en sus muchos años de mandato, ha decidido mantener el procedimiento para convertir el suelo público de el Campo de la Balas en suelo de uso hotelero, con la excusa de que dicha calificación forma parte del PGOU (como si no existiese la fórmula de la "modificación puntual" del mismo. La misma que utilizó el anterior gobierno municipal del Partido Popular cada vez que lo estimó conveniente). Un procedimiento de enajenación que estrictamente consiste, aunque se camufle con la terminología que convenga, en la expropiación de suelo público, propiedad de todos los gaditanos, a cambio de dinero para el Ayuntamiento. Aunque, eso si, estos "progresistas" plantean una modificación del procedimiento "de enorme calado ideológico": Quieren que se venda más caro. Finalmente, después de izquierdistas proclamas y grandes expectativas de cambio en el gobierno de la ciudad, como en la fábula de Esopo, los montes han parido un ratón.
Habíamos escuchado decir en los ámbitos cercanos a Podemos y Ganemos Cádiz (en aquellos "lejanísimos tiempos" de las asambleas populares) que era una actuación intolerable vender el edificio de Valcárcel para uso hotelero siendo de propiedad pública. Pues bien, a diferencia de la que ahora se plantea por iniciativa municipal para el Campo de la Balas, aquella operación no fue una iniciativa de la Diputación (la institución propietaria) sino una idea propuesta por una empresa privada que abría la anhelada posibilidad de que Cádiz tuviese un hotel de cinco estrellas, pero no en un edificio de nueva planta y gran altura en el perímetro del casco histórico de la ciudad, sino en un edificio alejado del borde marítimo y catalogado como Bien de Interés Cultural, lo que, naturalmente, garantizaba su respetuosa conservación y reforma. (Sobre la responsabilidad política de la Gobernanta y Alcaldesa de la ciudad para que aquella operación no saliera adelante ya se sabe casi todo. Ella ganó, la ciudad perdió la ocasión de tener el anhelado hotel de cinco estrellas y "los alternativos" ocuparon el edificio con el que, según decían, "se pretendía especular". Comedia de enredos si no fuese una desgracia para la ciudad, que ahora desde la Diputación se intenta reconducir.
Sin el menor género de dudas, según la gran mayoría de las personas entendidas con las que hablo sobre este asunto, la mejor opción para ampliar la dotación hotelera de alto nivel en el casco histórico sigue siendo la reconversión del edificio de Valcarcel, por su ubicación, dimensiones y características arquitectónicas, independientemente de que sea de propiedad pública o privada. Ya que la otra opción es la indeseable operación que ahora se quiere proseguir en el Campo de las Balas, que tendría como resultado, en primer lugar, la ocupación de un importante espacio público, de seguro valor ciudadano cuando se urbanice adecuadamente, similar a la Alameda o a los Jardines de Carlos III (aquí querría oír yo a "los alternativos" que no estén ya en el Ayuntamiento y a muchos de aquellos que en su día constituyeron la plataforma de defensa del espacio público en la plaza de Santa María del Mar) y, en segundo lugar, la edificación de otro gran mamotreto que se añadiría al desgraciado edificio del Hotel Atlántico para ocupar el borde marítimo, rompiendo el urbanismo tradicional, la estética de la zona junto a la muralla y el valioso perfil aéreo del conjunto de la ciudad. ¿O alguien imagina que en la actual situación de crisis económica alguna empresa va a optar por el Campo de las Balas si no es para construir otro mamotreto de igual o superior altura que su edificio vecino?. Aunque, eso sí, como el del Hotel Atlántico, sería un edificio muy moderno, con mucho diseño, "grandes soluciones" y proyectado por un renombrado arquitecto. Podríamos incluso añadirle halagos en revistas de arquitectura y algún premio.
La ciudad tradicional del XVIII que diseñaron en gran medida los ingenieros militares, nuestro común patrimonio, terminaba en la línea de cuarteles que hoy ocupan las facultades de la Universidad, lo que permitía dejar un espacio operativo de seguridad tras la muralla y los baluartes de costa entre el castillo de Santa Catalina y el baluarte de La Candelaria. Pero cuando el Ramo de Guerra fue prescindiendo de esos suelos, e incluso antes, ya la ciudadanía de Cádiz, ansiosa de espacios abiertos en los que desplegar su vida social, "asaltó" pacíficamente la zona con el paseo de Las Delicias, primero, y el Parque Genovés, después. A esto siguieron, tras reclamaciones municipales y acuerdos con los Ministerios de Defensa, sucesivas ocupaciones que han llegado a nuestros días. Una zona siempre entendida como rescatable para ser convertida en espacio público de esparcimiento ciudadano.
Con poca altura y pretendiendo que terminasen escondidos en la vegetación, en aquella zona se construyeron los hoteles "atlánticos". De una arquitectura mucho más apropiada el primero, edificado en 1929 en la zona conocida como "el bosque", que el que lo sustituyó en 1964.
Cuando un "divino" arquitecto recibió el encargo de hacer el proyecto del Palacio de Congresos que Cádiz necesitaba, escogió la zona de Santa Bárbara, tras el parque Genovés. Un proyecto de edificio que, dada su altura e impacto visual en la zona, fue rechazado por el mismo gobierno municipal socialista que se lo había encargado.
El actual hotel-parador Atlántico es un edifico moderno, de una altura descomunal para la zona (consecuencia de un desgraciado reparto de la edificabilidad sobre la parcela) que finalmente resulta un gran mamotreto que rompe el paisaje urbano de la zona y de todo el conjunto del casco histórico, visto desde el mar, desde el castillo de San Sebastián y desde casi todos los lugares de la ciudad (no digamos ya desde las azoteas, las torres y los miradores públicos y privadas que hay para contemplar con admiración eso que bien se ha definido como la "quinta fachada" de la ciudad). Una actuación aberrante pensada solo y exclusivamente en si misma, sin tener en cuenta, para nada, su integración en el medio natural, histórico y urbano.
Este gran disparate, diseñado fundamentalmente para, desde él, tener "buenas vistas", pero sin tener en cuenta como él mismo es visto, es decir, el impacto que él mismo produce (actuación muy propia de países tercermundistas), se inauguró en 2012 con el alegre consentimiento del Partido Popular, en el gobierno de la ciudad y de la empresa pública de Paradores. Naturalmente, aunque el Ayuntamiento de Cádiz también le ofreció a Paradores el Campo de las Balas, este con su gran mamotreto ya tenía más que suficiente y renunció al ofrecimiento de ocupar….¡hasta…el castillo de Santa Catalina!.
Repensar la ciudad y cambiar la forma de gobernar, con una defensa rigurosa de los intereses generales, es lo que se espera del nuevo gobierno municipal. Aunque, más allá de los gestos y las corbatas, ¿entenderán que lo que pretenden es expropiar a los vecinos una parcela de su ciudad y dársela al mejor postor?. Son posibles y justificables algunos errores fruto de la inexperiencia o de confusas circunstancias, pero son imperdonables, auténticas traiciones a su electorado, cuando se advierten y son cuestión de principios. Tendremos que estar atentos para juzgarlos por sus actuaciones, y esta que se plantea sobre el Campo de la Balas es la primera con calado urbanístico. Como clara y rotundamente ha manifestado el PP, aunque el PSOE parece no enterarse del fondo de la cuestión y Ciudadanos este contemplativo.
También te puede interesar
Lo último