CUANDO el pasado domingo me llamó mi tío Enrique por la mañana para felicitarme (era mi santo) también me comentó que había aparecido un matrimonio muerto en su domicilio, y todo hacía indicar que la causa era un caso de violencia de género. Ya empezó a especularse con el nombre de los fallecidos: Paco y Milagros. No me lo podía creer, pero esas especulaciones fueron ciertas, eran ellos.

Creo que desde siempre conozco a Milagros, porque vivió por mi barrio en la calle Federico Rubio. Era una mujer dulce y encantadora, siempre iba muy arreglada, con mucha clase. Recuerdo cuando en alguna ocasión me comentó que su segundo hijo, Benjamín, se llamaba así por mi abuelo y por mi padre, porque ellos eran muy buenos y quería que su hijo también lo fuera, como así es. Coincidí con ella como catequista en la Prioral; luego, ella continuó con sus catequesis en San Francisco y ya la perdí de vista. Al tiempo volvimos a coincidir pero esta vez en el gimnasio de Faly en la calle Santo Domingo y entre aparato y aparato nos dábamos nuestros ratitos de charla. Al tiempo se mudó a La Belleza y estuve un tiempo sin verla, aunque realmente con ella eso daba igual porque por mucho tiempo que lleváramos sin vernos, cuando volvíamos a encontrar nos poníamos al día: ella me hablaba de sus hijos y de sus nietos y yo de mis hijos, de mi madre. En fin, lo suficiente para saber la una de la otra. A su marido no le conocí, pero aquellos que sí lo conocieron hablan muy bien de él. Paco era una persona muy creyente, muy buena y, mientras no se demuestre lo contrario, tenía una buena relación con su mujer.

Lo que ocurrió ese fatídico día en el que España se jugaba frente a Paraguay su pase a semifinales, sólo ellos y el que está arriba lo saben. Me da una pena horrible que personas como Paco, que siempre ha tenido una vida ejemplar, decida darle fin a su existencia de una manera tan trágica. Deja tras de sí a unos hijos que se estarán haciendo mil preguntas, sin poder encontrar ninguna respuesta. Yo, desde estas líneas, quiero hacerles llegar mi más absoluto sentimiento de tristeza y decirles que se queden con todos esos buenos momentos que pasaron con ellos.

Gracias por leerme.

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