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Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Los unos

Unamuno es uno de esos españoles que podían haber sido fusilados por los dos bandos

Unamuno y Millán Astray juntos en San Sebastián como aquel 12 de octubre en la Universidad de Salamanca. Juntos en la Bella Easo, la ciudad que era tan del agrado en sus veraneos para Francisco Franco, que allí reunía a sus cuarenta de Ayete. Para rizar el rizo sólo hubiera faltado que junto a Karra Elejalde y Eduard Fernández, en la película de Alejandro Amenábar el papel de Carmen Polo lo hubiera encarnado Penélope Cruz, que pasaba por allí.

No vamos a ser mal pensados y atribuyamos a la casualidad que hayan coincidido la autorización del Supremo de exhumar los restos de Franco, la presencia de Pedro Sánchez en la ONU (primer líder socialista que elige tribuna tan solemne para su primer mitin de campaña) y la presentación en San Sebastián de la película Mientras dure la guerra. No la he visto todavía, pero sí he visto a los actores que encarnan al escritor y al fundador de la Legión defender sus virtudes.

Un amigo nada complaciente con las ideas conservadoras dice que la izquierda lleva muy mal dos cosas de Franco: una, que ganó la guerra; otra que murió en la cama. Partamos de que "es una vergüenza ganar la guerra", como termina Curzio Malaparte su novela La piel. Ninguna de las dos premisas se dieron en Hitler ni en Mussolini. Perdieron sus guerras y no murieron en la cama. Por eso, se mete en un buen charco el actor Eduard Fernández cuando compara a Franco con Hitler y con Mussolini, cuya perfidia es tan superlativa como la de algunos apoyos que tuvo la República.

Los biógrafos de Unamuno, el matrimonio francés formado por Colette y Jean-Claude Rabaté, dedican más de mil páginas a demostrar la honestidad intelectual del escritor vasco, tantas veces humillado: por quienes le negaron el Nobel de Literatura, declarado desierto en 1935, el año que lo nominaron; por el terrateniente fascista Diego Martín Veloz, que le puso Unamuno a su caballo; por quienes lo cesaron como rector o como alcalde honorario de Salamanca. Espíritu atormentado, forma parte de esa España que encarnó Manuel Chaves Nogales, que en su prólogo de A sangre y fuego, que tituló Héroes, bestias y mártires de España, escribe que había contraído méritos suficientes "para haber sido fusilado por los unos y por los otros". Y el director de Los otros parece que en esta película, a juzgar por sus actores, sólo tuvo en cuenta a Los unos.

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