El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
EL título de la película del gaditano Pablo Carbonell, el mismo que la canción que compuso para su banda sonora el portuense Javier Ruibal, serviría también para una campaña promocional de uno de los productos más preciados de nuestra provincia. Porque ciertamente, allá donde se captura el atún se pueden captar también las imágenes más bellas de nuestras costas, cuyas playas gozan de un prestigio enorme y de una legión de adeptos en todo el territorio nacional. El mes de las comuniones es el mes del atún, como bien enlazó Carbonell en la trama de su filme, que por momentos hace recordar al Lloviendo piedras de Ken Loach, aquel en el que un padre desempleado hace lo imposible por que su hija tenga la mejor Primera Comunión posible. Mayo y parte de junio cuentan, de un tiempo a esta parte, con una amplia programación de actividades de todo tipo en torno al atún en Barbate, Conil y Zahara, principalmente, pero en restaurantes de toda la provincia se difunden sus valores gastronómicos, contribuyendo a su consumo. Concursos, degustaciones, exhibiciones del arte de despiece (ronqueo), rutas, exposiciones... Todo es poco para dar a conocer costumbres ancestrales y profundizar en la estrecha relación que, desde la antigüedad, tienen el hombre y este animal de preciada y variada carne. Se aprende a apreciar algo cuando se conoce bien. Un buen amigo barbateño, Paco Bernal, me enseñó hace años a apreciar y valorar el atún a través de su historia y, por supuesto, de sus posibilidades gastronómicas. Gracias a personas como él se está consiguiendo, poco a poco y no sin dificultades, que esta industria contribuya a devolver la prosperidad a una comarca. Porque, uniendo a Loach y Carbonell como en un milagro, en mayo llueven atunes en el paraíso.
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