El parqué
Continúan los máximos
En mitad de la celebración del juicio contra el Fiscal General del Estado aparece el Presidente del Gobierno en una entrevista concertada con un medio amigo diciendo que está convencido de que Álvaro García Ortiz va a salir absuelto. Alude, para llegar a esta adivinación, a "la verdad", al igual que lo hace constantemente cuando se refiere a las imputaciones delictivas a su esposa y a su hermano. Confía en que se imponga la verdad (y los absuelvan a todos ellos). Que la verdad salga a la luz, aunque no tenga que ver con el mito de la caverna, a pesar de que para Sócrates la verdad sea el bien moral y para Platón el bien y la felicidad. Queda claro que Sánchez desprecia a Nietzsche, que afirmaba que la verdad no existía, aunque probablemente su concepto de la verdad se asemeje más al de Foucault.
No me quiero poner metafísico y plantearme si la verdad es subjetiva u objetiva (o si caben diferentes tipos de verdades) para no aburrirle demasiado, pero Sánchez -que nunca da puntada sin hilo- acude al lugar etéreo de la verdad para certificar que sus familiares más cercanos y su fiscal de cabecera son inocentes y, por tanto, la verdad surgirá. La verdad -léase entre líneas- como trasunto de la inocencia y la absolución.
El maquiavélico proyecto de dictador que tenemos por presidente -que sin ningún atisbo de vergüenza gobierna sin que le aprueben los presupuestos y legisla a golpe de Real Decreto Ley para saltarse las mayorías parlamentarias, aprovechando el punto ciego de la norma que lo permite- no duda en marcarse un win-win de esos que tanto le gustan a mi amigo Juan Antonio Sánchez Parra. Me explico.
Dice Pedro Sánchez en su premeditado titular: "creo que la verdad se acabará imponiendo. Y la verdad es que el fiscal general del Estado es inocente". Una tautología pura y dura, de AliExpress, sí, pero que le vale a su electorado.
Analizando su frase nos encontramos con dos hipotéticos futuros: que Álvaro García Ortiz sea declarado culpable del delito de revelación de secretos, o que sea considerado inocente. En este último supuesto, que fuera absuelto, Sánchez habría acertado en su pronóstico. Porque era verdad, claro, el FGE era inocente y, añado, decía la verdad frente a un "culpable" (el novio de Isabel Díaz Ayuso). Win 1.
Pero, por otro lado, si García Ortiz resultara condenado por solicitar a sus subordinados y filtrar a la prensa un correo electrónico entre el letrado de un investigado y un fiscal, preguntando por una conformidad penal, para a) contradecir una versión de Miguel Ángel Rodríguez, b) hacer daño político a Díaz Ayuso, c) cualquiera de las anteriores es verdadera; en ese supuesto, Sánchez habría puesto la tirita antes de que surgiera la herida. Se condenaría, por tanto, a un inocente (y se atacaría la verdad) y eso sería fruto de la repugnante campaña ejercida por la derecha y la ultraderecha judicial, la Brunete togada, los fachorros estos que pueblan incluso el Tribunal Supremo. Porque, de otro modo, no podría entenderse esa condena a la verdad. Win 2.
Lo que ocurre es que en este país nuestro, cada vez más dividido en bandos irreconciliables, poca gente se da cuenta de lo grave que es que un político del más alto nivel se permita el lujo de decir que "tras lo escuchado y visto esta semana" en medio juicio, el FGE será a todas luces declarado inocente. Nos encontramos ante una reprochable falta de respeto al poder judicial y al Tribunal Supremo, al que se presiona y muestra el camino. El de la verdad, el que a Pedro Sánchez le conviene personal o electoralmente. Y eso es lo que hay. De veras.
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