What if? Una historia (alternativa) de Masón

03 de noviembre 2025 - 06:01

La historia que voy a contarles pasó hace un año en una realidad alternativa; me refiero a uno de esos mundos paralelos que consigue hacer aparecer el Doctor Extraño haciendo cuernos con las manos. Y tal como ocurrió, la cuento, para que puedan apreciarse las diferencias entre aquella y lo que sucedió en nuestra realidad.

Cuarenta y ocho horas antes, la Agencia espacial del medicamento extraterrestre (AEMET) avisaba al C.N.I. de la aproximación a la península ibérica de una Dana. "¿Eso qué es?", preguntó un baranda del Centro emparentado con un músico de nivel internacional afincado en Badajoz. La bedel, que se encontraba repartiendo la correspondencia, le contestó: "un chubasco de la hostia". El baranda pareció tranquilizarse y pensó que así se llenarían los pantanos. "Daño no hará". Y dejó pasar el aviso.

Dos días después, el President de la Comunitat Valenciana, al que todos conocían por Masón, se encontraba bastante animado, pese a la lluvia. Tenía una cita. Se suponía que era de trabajo, pero quién sabe cómo podría acabar la cosa. Había quedado para comer en El Ventorno con Marifez, una periodista valenciana, rubia y maciza, a la que quería ofrecerle dos cosas. Un puesto de trabajo de lujo y un almuerzo de trabajo de lujo. El sitio elegido era un restaurante con "habitaciones de descanso". Masón siempre había pensado que esos sitios eran idóneos para atiborrarse de paella o potajes de garbanzos, habichuelas o legumbres que generan gases, porque después uno puede subir a la primera planta y pegarse una siesta. Pero, con el tiempo, descubrió que las comidas de trabajo podrían redefinirse en citas amorosas y qué mejor que tener cama de matrimonio con sábanas limpias a disposición de uno.

Marifez le enseñó en su móvil un vídeo con un desbordamiento de agua en un pueblo junto a un barranco. "Eso son las cañerías, que la gente no desatasca cuando debe", contestó el político, más pendiente del postre que del pueblo. Tras pagar la cuenta con su tarjeta negra, invitó a la periodista a subir al dormitorio para terminar de negociar su contrato. Esta aceptó. Una y otra y otra vez Masón recibió llamadas telefónicas, pero, visto que lo interrumpían sin cesar en el momento menos apropiado, apagó el móvil durante dos horas. Qué menos.

Zanjado el acuerdo, Masón y Marifez caminaron juntos hacia el parking cercano al Ventorno y se despidieron. "Ahora tengo que trabajar un poco para mi pueblo", dijo, orgulloso y ufano, el político. "Y yo que lo Informe", contestó la periodista. Tras eso, el guardaespaldas de Masón apareció con el 4x4 blindado y, tras encender éste el teléfono móvil y revisar el centenar de whatsapps que le entraron, el president ordenó al chófer que lo llevara al CECOPI, sacó de un compartimento del vehículo una botella de licor de endrina y se pimpló un par de gargantazos de corrido.

Fue entonces cuando, ardiente el pecho y fría la entrepierna, el president Masón se dijo a sí mismo que aquel día lluvioso era perfecto para coronarse. Iba a hacer que los valencianos se sintieran orgullosos de su líder. ¡Amunt Valencia! Lo primero era lo primero.

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