Somos responsables

02 de julio 2025 - 03:04

Las imágenes del vuelco de aquel cayuco el otro día en el puerto herreño de La Restinga fueron espeluznantes y tristísimas. Devastadoras. Perdieron la vida ahogadas cuatro mujeres y tres niñas. Una grandísima suerte no agrandó la tragedia, gracias a la burbuja de aire que se formó bajo el cayuco girado sobre sí que otorgó un tiempo extra precioso a los servicios de rescate.

Todos hemos visto por televisión cómo se transporta a cientos de personas en esas embarcaciones de madera por el Atlántico, que es que da miedo verlas. Sensación continua de fragilidad, de inestabilidad y peligro.

El Premio Princesa de Asturias de Humanidades y experto en migraciones, el estadounidense Douglas Massey, es muy crítico con la gestión de su país respecto a los flujos migratorios, y nos dice que se están llevando políticas sin lógica y sin proporcionalidad frente a este fenómeno. Por estos lares advierte uno de que no tenemos o existen muy pocos debates generales al respecto estando como estamos en primera línea del problema, tal vez porque la cuestión, al estar politizada haya caído ya en la trampa de la bipolaridad –ese artículo que muerde al diálogo y la inteligencia–. La consecuencia para quienes aborden este asunto fuera de la política será la de acabar o bien tildado de xenófobo o bien tiznado como defensor de las mafias.

Pero es que nos enfrentamos –como escribe Massey– a una crisis humanitaria, no de migraciones. No podemos mirar para otro lado. Y la realidad apodíctica, la que está fuera de toda duda es la de que van a seguir viniendo.

Por parte de España, es Salvamento Marítimo, con un esfuerzo ímprobo, pocos medios y todos los días, quien auxilia y en su caso, rescata a los cayucos que se internan en nuestras aguas, como se corresponde con un país desarrollado y a la luz de los Derechos Humanos. Con una particularidad conocida por todos los actores de esta inmigración, la de que no existe control de aduanas en el arribo a los puertos españoles para quienes vienen sin pasaporte, porque no se puede examinar a nadie cuando se desconoce su país de origen.

Esta es la conducta de nuestras autoridades que se compadece con la forma humanitaria en la que nos sentimos cómodos los españoles al afrontar esta cuestión. La acogida y el amparo a todos los que consiguen arribar. Sin embargo, este transporte tercermundista hace inevitable muchos accidentes, incluso en nuestras propias aguas territoriales, con una pérdida de vidas inasumible a todas luces.

¿Pero hay que transigir como hasta ahora con la asunción de este rol pasivo, el de verlas venir en un asunto tan importante, o podemos plantarnos y hacer algo más? Porque resulta de todo punto inexplicable y un enorme sinsentido que nos conformemos y abandonemos el protagonismo de este fenómeno migratorio por el lado africano a las mafias y al brutal océano Atlántico. Estas variables que no controlamos y que tanto nos conciernen nos pintan la cara a los españoles en esta crisis humanitaria, y debería hacernos impulsar diferentes reflexiones, porque no podemos seguir como hasta ahora. Propongamos alternativas a tanta tragedia.

Una. Demos un paso adelante y seamos coherentes con los términos de nuestra acogida bajo la luz de los derechos humanos, profundizando y ampliándolos con valentía. Siendo la prioridad una vez que consiguen arribar las del recibimiento y la hospitalidad, evitemos en lo posible y porque podemos tanto sufrimiento con esas travesías espantosas. Que vengan decentemente y no de esta forma tan lamentable. Enviemos pues a nuestros barcos y aviones para embarcarlos en origen. Y acabemos con tanta tragedia evitable.

stats