Pisando restos

Náufrago en la isla

12 de mayo 2025 - 06:00

He pasado por uno de los 'pasillos' urbanos más vergonzosos en la Isla. O al menos yo sentí vergüenza, que ya sabemos que es algo tan personal. Paseaba por la calle Real, por entre las terrazas de algunos de los bares y restaurantes más afamados de la ciudad, situados en la mejor zona. El pavimento público, cedido o alquilado a esos establecimientos, daba achares, minado como estaba de servilletas y restos de comidas que parecían haber sido consumidos por animales (domésticos o no) descontrolados. Resultaba imposible no pisarlos. Era una hora intermedia entre el servicio de mediodía y el de la noche, algunos locales estaban cerrados todavía y otros se dedicaban al café. Nadie había recogido los restos de horas anteriores, mientras que los clientes parecían no molestarse por consumir rodeados de esa basura.

La estampa es habitual, por desgracia. Ni los usuarios se preocupan en cuidar de que no caigan al suelo las consecuencias de su consumición, ni los empleados parecen tener tiempo de recogerlas o de tener esta tarea entre sus obligaciones. Y nadie protesta, como si ese fuera el hábitat normal del consumidor de hostelería en La Isla.

Desconozco la normativa concreta en esta materia, pero supongo que la obligación de la limpieza debe de recaer en el concesionario del espacio público, que cedemos todos para que un particular haga de él su medio de vida. He visto, sin embargo, algunos de estos locales supuestamente señeros de La Isla cerrar sus puertas hasta el día siguiente dejando a los servicios públicos de limpieza la tarea de recoger las inmundicias que la jornada ha dejado sobre las aceras.

Normalizamos lo anormal con la tranquilidad del que está acostumbrado a la anomalía y como si diéramos por hecho que el estado natural de una acera es aparecer siempre cubierta de papeles, bolsas y colillas. Convivimos en esas terrazas con los pies acariciados por servilletas volantes y pisando trazas de desayunos, arrojamos a los suelos trozos de horas de ocio de una manera que no parece afectarnos, y mancillamos nuestro paisaje urbano, desmintiendo el supuesto amor a nuestro pueblo que parece traslucir en ciertas conversaciones pilladas al vuelo en esas mismas mesas céntricas. Destruimos futuro cada día

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