La Pantera Rosa

El Alambique

13 de junio 2025 - 07:00

Dicen los teleprogramas que en el otoño de 1974 los niños éramos más ecologistas que Clavero y Paloma juntos. Los sábados después de comer viajábamos en el Telefunken a la montaña suiza, donde vivía Heidi con su abuelo, que se llamaba Tobías y no Dimetú, como creímos durante muchos años. Los domingos, mientras nuestras madres preparaban el almuerzo, íbamos a jugar a una pradera enorme en la que la familia Ingalls tenía una casa molona. En un radiocasete de Ceuta escuchábamos en los 40 Principales la canción La Distancia, de Roberto Carlos, una historia de desamor que lo dejó tan hecho polvo que a partir de entonces ya solo creyó en el amor de su madre, la señora Lady Laura. En el cine se estrenó El Padrino II, según los críticos aún mejor que El Padrino I. Justo al contrario que Rojo I y Rojo II.

Cuenta Diario de Cádiz que el 1 de octubre de ese mismo año, a las siete de la tarde, se inauguró el colegio nacional José Luis Poullet, construido en los antiguos terrenos de la Gimnástica. Hasta allí acudieron las autoridades locales y provinciales, las fuerzas vivas de un franquismo que ya olía a muerto. Asistieron también la viuda y los hijos del maestro portuense que le dio nombre a la escuela. Los nativos de Crevillet (en aquel entonces, de la Plaza de Toros para adelante todo era Crevillet) aseguran, sin embargo, que de toda la vida de Dios y de Menesteo el nombre verdadero del Poullet es La Pantera Rosa. Que el ADN compartido por el felino de las cejas espesas y la pintura rosa chicle de la fachada del edificio el día del estreno no deja lugar a dudas.

Recuerdan Irene, Alberto y Pablo, alumnos en la primera década de los 2000, aquellos días azules y aquel sol de La Puntilla en los que aprendieron a colorear sin salirse, a leer, a sumar, a conjugar juntos la primera persona del plural, a forjar amistades memorables, a disfrutar de las clases con aquella veterana maestra que regaba las plantas y el talento. La algarabía con que era recibida la sirena que anunciaba el recreo, el silencio monacal que precedía al anuncio de la entrada del inspector. Hay algo de justicia poética, de realismo mágico coquinero, en las visitas del inspector a La Pantera Rosa.

El colegio público José Luis Poullet cumple medio siglo. Una estupenda noticia en esta época oscura de villanos sin escrúpulos que creen que la educación de calidad es un lujo que solo debe estar al alcance de quienes puedan pagarla. Cincuenta años lleva pasando y paseando la vida por ese animado patio de vecinos menudos. Cincuenta años garantizando que todos los niños, vengan de donde vengan, tendrán la posibilidad de aprender, que nadie se va a quedar atrás por no tener recursos o por pertenecer a otra cultura.

Para los aborígenes de la zona, La Pantera Rosa (y su hermano mayor, el Sagrado Corazón) es uno de los tesoros del mapa de la república luminosa de Crevillet. Un lugar de memoria sentimental que nos recuerda de qué barrio, de qué playa, de qué arboleda perdida venimos.

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