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Continúan los máximos
Hace ya tiempo, en los planes municipales se sustanció la eliminación de una parte considerable del arbolado de la Plaza del Rey. No fueron pocos los que advirtieron de los efectos perniciosos de esta medida, el cambio climático no es una cosa de hace dos días. Prescindir de sombra natural podría redundar en un aumento claro de la temperatura y en hacer inhabitable el principal espacio público del centro de la ciudad durante muchas horas al año, incontables. Las profecías de aquellos a quienes llamaron agoreros se han cumplido, y el Ayuntamiento ahora va a adquirir sombrillas para aumentar el ámbito sombreado de la plaza y paliar así la indeseada conversión de esta en una "isla de calor", según palabras del mismo municipio. Seguramente el efecto contra el sol sea parecido al de un frondoso árbol pero, que se sepa, hasta ahora las sombrillas no absorben el pernicioso dióxido de carbono ni producen el necesario oxígeno como sí hacen las grandes plantas contribuyendo a la regulación del clima. La solución dista mucho de ser tal.
No cabe duda de que la plaza del Rey se ha convertido en un gran escenario urbano para las cada vez más frecuentes fiestas y celebraciones sociales que se suceden en La Isla, y que esta era la finalidad de su reforma. Navidad, Carnaval, Semana Santa, Halloween y otros 'eventos' han encontrado su auditorio perfecto en el gran cuadrado que preside la hermosa fachada de las Casas Consistoriales, como ocurre también todas las tardes de verano, cuando la cada vez más caliente bola de fuego solar se retira a descansar y los isleños toman posesión de ella. Pero la plaza no es, no puede ser, una isla de frescor durante la mayor parte de las horas del día.
La adquisición de sombrillas no es más que el reconocimiento sin palabras de un gran error, no sé hasta qué punto enmendable, como si el futuro se tuviera que dilucidar ahora en una especie de combate que significara más sitio para los árboles (y sus hijos los humanos) y menos para el Carnaval, para la Semana Santa, para Halloween... Todo en busca de un equilibrio que tal vez se rompió cuando se decidió sustituir árboles, parterres y hierba por toldos, hormigón y césped artificial.
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