¿Facha o rojo? Aristotélico

06 de octubre 2025 - 10:02

La foto del sobre del PSOE rebosante de billetes, la denominación que al parecer se les daba en función de sus colores, la respuesta altisonante de José Luis Ábalos, las dos mil mujeres con riesgo de padecer cáncer de mama a las que nadie llamó, la estúpida respuesta de Juanma Moreno a las críticas por ello, las citaciones de la esposa del presidente del gobierno para informarla de que va a ser enjuiciada por el tribunal del jurado, la figura de paz internacional que representa Pedro Sánchez, el acuerdo entre Hamás y Trump, la abultada derrota del Barça, el estreno de la última peli de Paul Thomas Anderson, basada en un libro de Thomas Pynchon, la aparición de los huesitos de santo en los obradores, el juicio al fiscal general del Estado en el que acusará (o más bien, no lo hará) el fiscal de la sala que juzgue, el tiempo de espera que supone intentar que te vea un especialista, por no hablar de la realización de una prueba diagnóstica. La vejez que viene, inmisericorde. Todo ellos bulle en mi cerebro al mismo tiempo.

Y en el de usted, supongo. Bien es cierto que el hecho de dar mi opinión con independencia me suele granjear críticas: unos me tildan de derechas, otros de izquierdas, ninguno aristotélico. Por eso cuando pienso que Pedro Sánchez tendría que estar hace tiempo en su casa -entendiéndose que su casa no sería ya donde reside, sino en Las Rozas o en el chalet de al lado de Pablo Iglesias- porque hace ya bastante que tenía que haber dimitido de su cargo -la mujer del César, etcétera- me convierto inmediatamente en un facha de tomo y lomo. Por el contrario, cuando digo que la Consejera de Sanidad de la Junta de Andalucía, Rocío Hernández Soto, debería ser cesada ante tamaño despropósito que provoca la incurabilidad de graves enfermedades en mujeres que han seguido con su vida sin asustarse, pero sin tomar medidas al no ser preavisadas por el servicio de información del SAS, paso a ser inmediatamente un sociata o, peor aún, un rojeras de tomo y lomo.

¿Tan difícil es entender que cuando alguien hace algo que está mal tiene que actuar en consecuencia y aceptar su propia responsabilidad? Estoy más que harto de "los nuestros" y "los otros", de tapar nuestras cagadas y airear las de ellos, de que aquí no dimita absolutamente nadie y sólo se cese a aquel que no conozca la ubicación de los cadáveres insertos en los armarios. Cada vez nuestra línea ética de flotación es más y más baja: se nos llena la boca de transparencia y la opacidad se ha convertido en un trasunto más de la vida política. Es más, estoy convencido de que si alguien dimitiera cuando ha sido cogido en fuera de juego, sus compañeros de partido lo tildarían de pringado.

Y esto es algo que tiene que cambiar. Tienen que volver a instaurarse la dignidad, el auto-respeto y el señorío. Vale ya de miserables anclando sus garras en sillones y moquetas, esperando a que salte el nuevo escándalo que tape el suyo propio.Estamos llevando la coexistencia a un punto de no retorno. Cualquier día tendremos un disgusto, y no habrá marcha atrás ya. La delgada línea entre el bien y el mal a veces es más bien grosera. No merece la pena aguantar vergüenzas y humillaciones por preservar un carguito y/o un sueldecito. Salvo que no quede más escapatoria que huir hacia delante, claro. Pero eso sería ya harina de otro costal.

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