El parqué
Continúan los máximos
Hace ya casi un mes de la moción de censura que el PSOE ha planteado a Mariano Rajoy, sacándolo a rastras de la Moncloa gracias al apoyo de Podemos, los separatistas catalanes y el PNV, en términos generales. La situación se había vuelto absolutamente insoportable para el líder popular, cercado por una corrupción que no paraba de aparecer en todos los estratos de su partido.
Primero encontraron una extraña conexión entre la esposa de Rajoy, a la que habían dotado de una cátedra universitaria pese a no ser licenciada en ninguna carrera, y el rescate de una aerolínea en horas bajas, unido todo ello a la apropiación de un programa informático desarrollado por la universidad para su presunta venta a terceros, y al uso de una funcionaria para realizar trabajos de secretariado privado a la primera dama.
Luego Mariano se enfrentó con el problema que le causó su hermano, un reputado y conocidísimo músico de conservatorio que había obtenido una plaza de funcionario presuntamente creada "ad hoc" en una Diputación provincial controlada por el Partido Popular, cuyo líder autonómico -al que se le relacionaba íntimamente con el hermano del presidente Rajoy- había obligado a dimitir a un parlamentario para poder aforarse en su lugar, evitando que un juez de instrucción cualquiera lo imputara por un delito equis.
Para colmo de males, en aquella aciaga época en la que Rajoy tuvo que ganarse la secretaría general de su partido frente a las fuerzas de Esperanza Aguirre y Pablo Casado, yendo en su viejo coche capital por capital, pueblo por pueblo, para convencer a la militancia de que su carácter sosegado y su espíritu laborioso eran lo que más convenían al país, tuvo la pésima idea de hacerse acompañar de tres amiguetes de andanzas que se convirtieron en sus manos derechas. A día de hoy, los tres están en prisión preventiva, acusados de todo tipo de desmanes e irregularidades, tras haberse lucrado ilícitamente con la venta de guantes y botas de goma en la crisis del Prestige y el chapapote.
Además -qué gran verdad es esa de que al árbol caído todo se le hace leña- apareció una figura tragicómica, el pequeño fontanero del PP, encargado de obtener información sensible de los jueces, fiscales y rivales varios del presidente para evitar que actuaran en sede judicial en contra de Eme punto Rajoy. Lástima que lo pillaran.
Y para más inri el Tribunal Supremo, siempre progresista, había condenado a la inhabilitación al Fiscal General del Estado por revelación de secretos, al filtrar a Eduardo Inda las negociaciones del abogado de Ana Mato con el fiscal de conformidades. Otra losa en lo alto del pobre Mariano Rajoy, siempre honrado e incólume, más preocupado por dotar a España de un lugar privilegiado en el marco internacional, a pesar de sus malas relaciones con el presidente de EEUU, Barack Obama, que de aprobar los presupuestos generales del Estado, que iba prorrogando año tras año.
Era normal, por tanto, que tanto escándalo, tanto preso y tanta condena judicial afectaran a la credibilidad del presidente del gobierno y acabaran con una moción de censura como la que el PSOE ha ejecutado frente a un Rajoy cerrado en banda a convocar elecciones. Vistas así las cosas, ¿quién podría discutir su inmediata remoción por parte del Congreso de los Diputados reunido en pleno? ¿No?
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