Análisis

José blas fernández

Presidente del Excmo. Colegio de Graduados Sociales de Cádiz

El desamparo de la cita previa

Las citas previas han sido aprovechadas por muchos para poner horarios caprichososLas administraciones y entidades aprovechan el Covid para no dar un palo al agua

Desde la llegada oficial del coronavirus a España todo se ha puesto "manga por hombro", pues la pandemia no ha perdonado a nadie y el sinvivir permanente se ha irradiado a todos los que vivimos en este planeta, llegando a cotas donde independientemente de la salud -que ha sido y es lo más importante-, una serie de canales diversos se han implantado para no sólo bloquear la vida laboral, social y familiar, sino para invadir las administraciones, que repiten un mismo mensaje: "Se le atenderá solo y exclusivamente mediante cita previa". Es decir, todas las administraciones, entidades bancarias y muchas instituciones se han quedado mudas, como si se las hubieran tragado la tierra.

El Covid-19 ha terminado impactando gravemente a todos sin excepción, pero el aislarnos a los ciudadanos como nos han aislado de las administraciones y entidades mencionadas ha sido un golpe duro del que todavía no sabemos reaccionar porque la confusión y el desamparo son los iconos que van unidos a esas "citas previas" donde nadie sabe nada y no se contesta.

Serían innumerables de relatar tantos organismos públicos como ayuntamientos, diputaciones, delegaciones ministeriales y del Gobierno, comunidades autónomas... donde el teléfono ni lo cogen ni se les espera. En este sentido han funcionado mucho mejor las actividades y profesiones esenciales que, por cierto, en su mayoría son privadas; y, como no, las fuerzas del orden, cuerpos de seguridad y hospitales y clínicas, que el resto de la actividad de un país como el nuestro.

Para solicitar cualquier documento y poder subsistir en esta burocracia de papeles, podemos comprobar cómo en esas citas previas a veces encuentras a funcionarios o empleados que con el achaque de la cita previa atienden con la mínima expresión a la ciudadanía, pues aun cuando el Covid es contagioso y peligroso, si se ponen medidas como el distanciamiento o la mascarilla se evitan las situaciones de contagio en lugares públicos; y no quiero mencionar aquí a esos jóvenes insensatos que trasnochando y con una irresponsabilidad absoluta han sido en su mayoría los auténticos contagiadores del virus hoy mortal que nos está vapuleando.

Las citas previas han sido aprovechadas por muchos avispados para poner horarios caprichosos donde las gestiones y trámites han sido tan ridículos que, por ejemplo, una entidad financiera con tres horas en su horario se ha despachado a todos los clientes que antes sin límite hacían en horario comercial y normal de trabajo. Sin olvidar las colas ante estas cajas de ahorros y bancos que son interminables, como si se tratara de pedigüeños de su dinero en la puerta de los mismos; sin olvidar a cuantos pensionistas, todos vulnerables, esperan a cobrar sus pensiones en esquinas ventosas y calurosas.

Si vas a tramitar una prestación social o consultar cualquier expediente administrativo o, simplemente, sacar una firma digital, no sólo no te dejan entrar, sino que no existe nadie para exhibirte cualquier documento que te cree defensión en tu sustento peticionario. Lo que se percibe bajo el manto del Covid son administraciones convertidas en auténticos cementerios donde muchos están en el teletrabajo y no se atiende ni a las moscas. Es decir, el retraso burocrático de tantos millones de sueldos que pagamos a la función pública con nuestros impuestos solo ha servido para el descanso de muchos. Y lo que es más curioso, mientras que una administración te exige medidas severísimas a la entrada para no contagiar a los funcionarios, lo insólito es ver a la hora del desayuno a todos juntos en el bar más cercano sin distancia, sin mascarillas y sin medidas, mientras el administrado espera en la calle.

En definitiva, la cita previa ha sido el desamparo de la sociedad civil, donde los teléfonos sólo te hacen pasar a otro número, pero nunca llegas a concretar ni a recibir indicaciones sobre lo que solicitas o quieres arreglar, porque el funcionario titular nunca se pone. Por eso, la desesperación ha sido mayor cuando de antemano sabemos que lo único que aquí ha funcionado ha sido la empresa privada, es decir, la que sabe que de no llevar a cabo su cometido tiene que echar la baraja; y no digamos de las profesiones esenciales, que por encima de todo han estado presentes en el tajo no sólo recibiendo citas reales, sino respondiendo y solucionando lo que estas entidades de todo tipo no han hecho, escondidas y parapetadas en el Covid-19.

Lógicamente, en todo esto han existido perdedores y ganadores; los perdedores viviendo de Ertes indefinidos o trabajando día y noche para poder sacar este país adelante, cosa que han conseguido gracias a la intervención de profesiones esenciales como la de graduado social, donde ni han tenido calendario ni horario, ni domingos ni festivos. Los ganadores, sin embargo, saben que sus salarios los pagan las administraciones y que no los van a perder nunca, por lo que engañarnos como nos han engañado con la irrealidad de las citas previas ha hecho perder la vocación de servicio que existía para muchos honestos funcionarios. Las administraciones y las entidades que saben que tienen seguros sus ingresos se han aprovechado torticeramente del coronavirus para -en muchos casos- no dar un palo al agua.

Ojalá todo esto transcurra por el sendero de ver un horizonte despejado; y luego ya se hará balance de los abusos, de los escondites, de no dar la cara y no coger el teléfono de muchos de esos que tienen asegurados sus salarios, los cuales han perjudicado notablemente a muchos ciudadanos que desgraciadamente han fallecido antes de conseguir el logro peticionario.

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