
Puente de Ureña
Rafael Duarte
Gándaras y Gándaros
Náufrago en la isla
Los santos andan un poco alterados en La Isla. Será por el calor que una buena parte de ellos han decidido salir a tomar el fresco o a darse paseos, que los cofrades llaman eufemísticamente 'traslados'. Un día, el patrón San José va a la bendición del mar en La Carraca, y ya puesto, aprovecha para darse un garbeo este domingo desde la iglesia de la Barriada Bazán; al otro, la Virgen del Carmen viaja a la Iglesia Mayor para el Corpus, jornada que ha sido un festejo de cortejos.
Estando así las cosas, no es de extrañar que el Nazareno se haya animado a ejercer su derecho al paseíto y tenga previsto visitar, no se sabe bien por qué razón, el Hospital de San Carlos. Claro que él se lo puede permitir más que nadie por su carácter de Regidor Perpetuo de San Fernando, es decir que, en este caso sí, la calle es suya. Facua, la organización de defensa de los consumidores, se ha sentido afectada por esta insólita decisión de los hermanos del Nazareno de "evangelizar" a los pacientes (o a los sanitarios, no se sabe), y ha elevado su protesta. Es curioso que sea Facua la que reclame una explicación, y no ninguna otra formación política o social. A lo mejor, si alguien hubiera dictaminado la presencia en el centro hospitalario de una imagen de la diosa Prajnaparamita, se habría producido una explosión de protestas. Con la religión musulmana no hay posible conflicto, puesto que no existen imágenes de Mahoma, ni siquiera de Alá.
Así suele ocurrir: se empieza nombrando regidor perpetuo a una imagen y se acaba con una ordalía de esculturas sacras por las calles. Alguien tuvo, hace 15 años, la idea de que una determinada advocación o veneración religiosa rigiera para siempre (simbólicamente, se entiende, por fortuna) los destinos de la ciudad, y claro, ¿quién cambia en esta tierra lo que ha decidido un ayuntamiento en el cielo?
Este tipo de medidas son así de inexplicables. Nadie hubiera entendido que se hubiera nombrado regidor perpetuo de San Fernando al mismo Dios, que suponemos que existe, pero se acepta por consenso que lo sea una determinada imagen de su hijo, no el crucificado, no el triunfante en Jerusalén, ni siquiera el resucitado que demostró así su naturaleza divina, sino el que carga la eterna cruz de su humanidad. Vale.
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