El probable repunte de las primas de riesgo
El cansancio que aisla las estrofas
Puente de Ureña
El otro día, en este magnífico Diario de Cádiz, el chiste de Miki y Duarte, otro Duarte, no yo, ponía desde el televisor, guerras, conflictos, bombardeos, aranceles, violencias de todo género, crisis de viviendas, bulos, filtraciones, corrupción política, y, muere el televidente cuando no puede resistir una buena noticia…Que no hay.
Continuamos: Autónomos en pluriactividad… ¿Vale algo el trabajo para un partido obrero? Herencias, reforma de pensiones, crispación política, sanidad, retiro a los setenta, hasta tomar el fresco, como antaño en la calle de los pueblos es ilegal, advierte la policía nacional y, por supuesto, no se meta en Google, aplicaciones fraudulentas, siniestros tipos de estafas…El miedo es la única pasión universal que no se cura en un abrazo. Aterrar a la gente para gobernar sin la gente. Las palabras, la verborrea palabril, no siempre quiere decir algo, sino marear, acomplejar, inhibir.
Recordemos que, todos, pero todos los partidos políticos que son y puedan ser tienen la misma estructura vertical que los sindicatos franquistas. Hay políticos, como las algas invasoras, eternos. Buenos, doy beneficio de duda, malos y peores, pero todos eternos.
Y el estado de malestar es la única pieza que falta para el fin de este mundo, que además alimenta, y bien, a los políticos que lo aplastan.
El miedo es una superficie interior que baja hasta donde el alma se disuelve en sí misma y el hombre pierde su poder abstractivo o lo gana. Me explico. Antes de ser funcionario emérito de Educación, fui destinado al Cementerio, castigado por escribir. Allí vi cadáveres, olí cadaverina, vi los colores espectrales que va ganando el cuerpo hasta llegar a esqueleto. Lo que me aterraba al principio, esa disolución final del ser, poco más tarde, era algo habitual en tu hábitat de trabajo. Ese horror destructivo se pierde con las guerras. Las guerras que llenan el planeta, como siempre en nombre de los dioses. Los muertos son pasillos de cuerpos que se asimilan como las cacas de los perros, las calles rotas, las sirenas de fondo. El hombre es una costumbre en sí mismo. Quiere costumbres y no cambios. Quiere acostumbrarse a las costumbres de los demás. Sí no, se produce la depresión. El horror vacui. La pérdida de referentes.
Prefiero ahondar en los estudios. Aislarme no sólo con el miedo y las enfermedades, sino con la búsqueda y ampliación de conocimientos.
Y, a veces, con el sardonismo ilustrado. Ejemplo: la gente, patiobrera, van a los hoteles, que son iguales en todas partes, van a las playas que son iguales en todo el planeta, y mortalmente aburridas. Los viajes son siempre los mismos y frecuentados siempre por las mismas personas.
¿Eso es divertirse? ¿Obnubilarse? ¿Aburrirse? Pues esa gente viaja igual que lo hacen los ricos en sus escalas sociales, frecuentan las mismas personas aquí o en la luna, y la diferencia con los patichanclas es que se dejan retratar para las revistas de moda que los busca porque ellos son El Dinero.
En medio de eso están las guerras, los niños huérfanos, los niños abandonados porque son frutos de violaciones del enemigo. Esto es más viejo que la sangre seca. Si Dios, como ahora dicen no es Dios, te preguntas si, por el horror de la guerra inmortal, ¿Noé llevaba misiles en el arca?
También te puede interesar
Lo último
Su propio afán
Senderos que se bifurcan

El balcón
Ignacio Martínez
Rendir a golpes

La esquina
José Aguilar
Pedro se disculpa, pero sigue
La tribuna
Los cuatro papas