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Aunque el popular dicho señala que después de la tormenta, o la tempestad, siempre llega la calma, da la impresión de que en Valencia será la calma, la que ahora se vive meteorológicamente hablando, la que traiga una tormenta de dimisiones que parece retrasarse más de lo debido. O sea, más de lo que se tarda en Europa en asumir responsabilidades cuando se mete la pata y un asunto de calado se escapa de las manos. Y eso es lo que ha pasado en la última dana y lo que precisa, con urgencia, la asunción de responsabilidades sin mirar a otro lado. Y después vendrá la otra lección aprendida en esta catástrofe, la de dotar a la sociedad, al conjunto de los ciudadanos, de un protocolo eficaz para minimizar los riesgos y para saber cómo actuar en una situación de emergencia. Diseñar el protocolo y, sobre todo, darlo a conocer a la ciudadanía para no depender nunca del azar.
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