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Miserables
Lo peor no es que se acabara la fiesta, sino que había recién empezado. Todavía podían verse a los invitados bailando con cierto compás y no hartos de ron y pasas. En el tocadiscos sonaba el Fary al tiempo que alguien ponía las pelis de Torrente en sesión continua en la plataforma streaming que le habían regalado contratando un plan de datos móviles. Era idílico, ya digo yo que sí, como el comienzo de una película mafiosa de Scorsese o de Coppola, de esas que no ganan el Oscar porque el sistema hollywoodiense está corrupto.
Alvise tomó nota, llevaba haciéndolo desde hacía diez años. Aunque no lo reconozca nunca, su ídolo es Pablo Iglesias. Iznogoud el Infame quería ser Iglesias en lugar de Iglesias. Desde su asesoría política en UpyD y Ciudadanos estudió sus formas, su auge y su chalet-mansión, y se dijo a sí mismo que había una vida mejor más allá de la propia. Así que decidió crear su partido o plataforma con los mismos mimbres que hicieron germinar Podemos: la lucha contra la corrupción política (la casta) y la exigencia de transparencia (desde el asambleísmo). Eso sí, partiendo de posiciones ultraderechistas que demuestran, una vez más, que los extremos se tocan.
Sin embargo, lo que el político sevillano olvidó repasar fueron los apuntes de clase sobre la caída de Podemos: las luchas de poder, los egos desmedidos, los informes sobre monedas venezolanas y las traiciones. Ten cerca a tus amigos y más cerca aún a tus enemigos y toda esa pamplinería revestida de sabiduría popular. Y así le ha ido la cosa.
Lo que resulta difícil de comprender -o quizás no- es que hubiera 800.000 personas que se creyeran el discurso rupturista y justiciero de Luis Pérez Fernández, alias Alvise, y lo catapultaran en las últimas elecciones europeas a conseguir tres escaños y su propio aforamiento tras ser investigado en varias causas penales. Algo tendría que ver con su éxito la promesa de sortear su sueldo de eurodiputado cada mes: diez mil euros. Se acabó la fiesta (de los otros).
Alvise ganó muchísima notoriedad, como Pablo Iglesias, por su uso de las redes sociales y las acusaciones de creador de bulos (fue baneado de X), así como su denuncia pública de personalidades de la izquierda (Manuela Carmena, Ana Pastor, Óscar Puente) por hechos de diferente calado, a cualquier precio. Y como Iglesias, Alvise ha caído en desgracia por la traición de sus conmilitones: un empresario que le dio cien mil euros en efectivo lo ha denunciado a la Fiscalía Anticorrupción.
La respuesta ha sido tremenda: un vídeo en el que Alvise reconoce su culpa y se justifica como un buen populista que departiera con Maduro o Meloni: el Estado nos exprime subiendo los impuestos y no hay más remedio que alzarse en armas contra el sistema, sobre todo porque los políticos se gastan nuestro dinero en sus vicios. Y no le falta razón a este Alvise Iglesias, que quizás utilizó la política como escapatoria, más que como servicio ciudadano. Una mejor gestión de los recursos público posibilitaría una bajada de impuestos. Pero de ahí a cobrar cien mil euros en negro a un empresario (¿con qué motivo?) va un trecho. Normal que la fiesta vaya a acabar recién comenzada. No tenemos remedio.
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