Detecto en el ambiente juvenil de los últimos cursos una tendencia que no se justifica solo por una mímesis social. Me preocupa especialmente en los adolescentes que están empezando a serlo, esos 12, 13, 14 años que salen de la infancia espontáneos, inquietos y curiosos y que a pasos agigantados adoptan como dogmas unas afirmaciones destructivas, aparentemente inamovibles y absolutamente contrarias a lo que desde los centros educativos se les intenta inculcar.

Por una parte, se les enseña ciencia, “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente” (RAE), pero se dejan arrastrar con facilidad por cualquier gurú enaltecido en las redes sociales que, a pesar de no reconocerse como negacionista, lo niega todo: la evolución, las vacunas, el holocausto, los muertos por Covid… Por otra, se trabaja para formar personas que crean en principios como la no violencia, la igualdad y el respeto a la diferencia, pero, a poco que se rasque en un debate oral o se les ponga a escribir un texto argumentativo, salen a flote ideas extremistas muy arraigadas, casi emocionales, parecidas al sentimiento de adhesión a un equipo de fútbol, que se mantienen absolutamente impermeables a este trabajo educacional de abrir ventanas, despertar la curiosidad, formar ciudadanos con capacidad crítica, defensores de los derechos y la igualdad.

Lo que me preocupa es que se conozcan las alarmas para detectar al abusón, pero casi nadie se reconozca en ese patrón; que se sepa la teoría de cuándo una relación es tan posesiva como para salir corriendo, pero que se defienda que la pareja nos coja el móvil para comprobar si hay engaño (“total, si tú sabes que no has hecho nada malo…”); que se asuma la igualdad, pero se rechace el feminismo, “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre” (RAE), por considerarlo un movimiento que acorrala al varón y lo convierte en culpable.

No podemos dejar a nuestros peques a solas con las redes sociales o serán ellas las que los eduquen. Familias y profes debemos vigilar, explicar y razonar o perderemos la batalla.

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