Oigo a Pablo Milanés y justo cuando canta: "y cómo pasa el tiempo, que de pronto son años…", pienso los que han pasado desde que esa voz cascada fue oída en mi pandilla. Aparecía llena de mensajes que a juicio de cada cual, podrían estar o no manipulados. No era la música que preferían en mi casa, pero eso era una especie de "valor añadido". Nunca nos prohibieron oírla porque nos enseñaban el valor del respeto. Cuando avanzó la adolescencia tampoco nos exigieron las prácticas religiosas habituales.

-Allá tú y tu conciencia-, me decía mi madre, y ella se iba a misa. En las procesiones, al paso de la Cruz o de cualquier Dolorosa, nos poníamos de pie y callábamos. Era la idea de Dios en la calle y acompañándolas, cientos de personas en penitencia.

La irreverencia actual ante el factor religioso no tiene nombre. O no soy capaz de ponerle un nombre, porque llamarlo crueldad tal vez sea excesivo.

¿Es deseo de provocación? ¿De ofender las ideas de los cristianos? Somos muy pocos. Abundan más los caricaturistas de los creyentes, que tanto escupen al cielo.

¿Tanto incentiva reírse de Jesús Crucificado? ¡Es patético! Lo ocurrido denota falta de educación, de ética, de respeto. Duele y ofende.

Añadimos que son demasiados los menores que su formación religiosa acaba en la Comunión y que a otros, ni se les enseña a respetar lo religioso y hasta desconocerán quién fue ese Hombre clavado en la Cruz del que tanto se ríen sus padres.

Quisiera creer que esta sociedad no impondrá un pensamiento único y me consta que abundan las personas comprometidas con su fe o su propia forma de pensar.

Pasará el tiempo, que de pronto serán años… y ante nuestra avejentada desidia y escasa natalidad esta tierra se poblará con otras culturas y creencias religiosas más conservadoras en las que, con suerte, no se obligará a la gente a creer porque eso será poco menos que imposible de comprobar -ya se sabe que ante el hecho religioso ha estado siempre la apariencia-, pero a ver si sale un drag queen riéndose de ellas. A ver.