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Análisis

manuel amaya zulueta

Españoles, hijos de puta

Lejísimos de mi voluntad queda, con este título tan rimbombante como vergonzoso, vilipendiar o insultar a mis compatriotas. Digo esto por si alguien cae en la horrenda tentación, si lee sólo el título de este modesto artículo, claro, de pensar que soy un hijo de mala madre de esos que, habiendo nacido en la tierra de Góngora, Blas de Lezo, Cervantes, Diego García de Paredes, Velázquez, Felipe II, Elcano, Lorca, Ángel Sanz Briz o Rafael de Paula, entre otros miles, consideran que ser o llamarse españoles y, mucho más, presumir de serlo es algo inicuo e indigno.

No, perezoso lector que exclusivamente se quedara con el título, repito, de ninguna manera; solamente redundaba en los gritos que en San Sebastián se profirieron alrededor del apedreado autobús del Atlético de Madrid el día en que éste se enfrentó a la Real Sociedad en la copa del Rey.

Molestaban los oídos y los ojos al contemplar a esa multitud vociferando contra su propio país o patria o nación, elija el lector el sustantivo que más le guste. En definitiva, España. Jamás me imaginaría a un francés gritarles a otros franceses, y más dentro de la misma Francia: franceses, hijos de puta, jamás, ya digo.

Desde Napoleón, vencedor en Marengo, Austerlitz, etc., todo quedó bien clarito: Francia es una e indivisible, vamos, lo que algunos envidiosos no pueden soportar: la Grandeur de la France.

¿Qué hemos hecho mal para que los españoles nos insultemos bajunamente, como si se tratara de un Jerez contra el Glorioso en las escalerillas del Carranza? Aclaro: no es lo mismo una guerrita jilí o una rivalidad provinciana, nunca mejor empleado el término, que insultar a los españoles con ese odio que vimos en la tele. ¿Acaso los habitantes de las provincias vascongadas no son españoles? ¿Acaso los habitantes de las provincias vascongadas quieren sufrir las ducas que están pasando los ingleses con el puto, estúpido Brexit? No me puedo creer que sean tan primos. ¿Acaso los habitantes de las provincias vascongadas se sienten libaneses, galos, marcianos o armenios?

A propósito de armenios, pocas pelotas que sacó de cabeza del área del Glorioso el armenio Haroyan. Y la Furia Gitana hasta que se lesionó.

Y ese muchacho con nombre de estornudo que nos cedió el Madrid.

Y poco bien que cabeceó Negredo al fondo de las mallas, como leo desde que fuera niño en los periódicos deportivos. Debo decirle al oído a Negredo que me perdone cuando lo he llamado en ocasiones Mueble-Negredo. Eso acontecía cuando lo situaba el estimado, pero entonces desacertado Cervera, lejos del área, o lo espumaba presionando a la defensa contraria o lo hacía transparente de extremo derecho en Pamplona, un horror, ya les digo, qué cosa. Negredo es utilísimo en el área, en los espacios pequeños, cerquita del portero; allí las coge al vuelo. Pero hay que llevárselas hasta allí.

Observen el colosal salto que pega para golpear la esfera al precioso y preciso (valga la paronomasia) centro del inestimable Anthony Rubén Lozano Colón, hondureño por más señas.

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