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Larga cambiada

Teresa Almendros

talmendros@diariodecadiz.com

Alberti y Muñoz Seca

Durante estos días en El Puerto están de actualidad dos de sus hijos ilustres, Rafael Alberti y Pedro Muñoz Seca.

Nunca entendí muy bien esa especie de rivalidad que se ha utilizado muchas veces de forma partidista entre los defensores de uno y otro, como si los dos no hubieran sido grandes figuras de la literatura española, cada uno en su ámbito.

En un breve espacio de tiempo ambos portuenses están siendo noticia, Muñoz Seca por el centenario del estreno de su mejor obra, La venganza de Don Mendo, y Rafael Alberti por los actos organizados en torno a la proximidad de su cumpleaños, el 16 de diciembre, en la antesala del 20 aniversario de su fallecimiento.

Tras la brillante lectura dramatizada puesta en marcha por un grupo de portuenses la pasada semana, rindiendo homenaje así a Don Mendo y a su autor, la misma obra será representada esta misma noche sobre las tablas del Muñoz Seca por parte de la compañía clásica de Almagro Corrales de Comedias.

Entretanto esta semana se celebraba la primera conferencia sobre Alberti y en los próximos días se sucederán diversas citas.

Es una pena que estos eventos se limiten a ocasiones esporádicas, con motivo de alguna efeméride. Hace poco visité la localidad onubense de Moguer y me quedé asombrada del culto que rinde a su figura más universal, Juan Ramón Jiménez, cuya obra y huella se dejan sentir en cada rincón de la localidad.

Es cierto que Rafael Alberti tiene una fundación en El Puerto -por cierto en proceso de extinción y en vías de convertirse en casa museo- pero se echa en falta ese orgullo de antaño por hacer de ella un punto de visita obligado para la cultura nacional. Qué lejos ya esos tiempos de los célebres Encuentros con la Poesía, que trajeron hasta la ciudad a figuras de la talla de José Hierro o Mario Benedetti.

Y qué decir de la Fundación Pedro Muñoz Seca, que funciona a medio gas en el edificio de San Luis y de cuya existencia pocos visitantes saben.

Eso por no hablar de otras figuras de primera línea de las que en cualquier otra ciudad sacarían pecho, como el diseñador Manolo Prieto, cuyos herederos terminaron por llevarse de la ciudad los fondos destinados a la apertura de un museo sobre su obra.

Poca vista, en definitiva, para sacar partido de un potencial tan importante como el de los creadores portuenses.

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