La visita de la vieja joven dama
Autor: William Shakespeare, en versión de José Luis Rivas. Director: Miguel del Arco. Intérprete: Nurias Espert. Día: 23 de septiembre. Lugar: Gran Teatro Falla.
La violación de Lucrecia es un largo poema narrativo -1.855 versos- que William Shakespeare publicó en 1594. Fue un éxito tal que en la breve pero intensa vida del bardo de Stratford se reimprimió cinco veces más. No es extraño que pensase que su verdadero talento se hallaba en la poesía y no en esas obras de teatro con las que alimentaba a su compañía, que le harían sentirse más un stajanovista del guión que un artista. Shakespeare contaba uno de los mitos fundacionales de Roma. Sixto Tarquino, hijo del último monarca romano, violó a Lucrecia, esposa de uno de los generales del su padre. Un tal Bruto, compañero del matrimonio ultrajado, encabezó a raíz de esto una sublevación que expulsó al rey y a su discutible familia. De forma ejemplar, que a decir verdad no tuvo mucha fortuna en el devenir histórico, Bruto en vez de coronarse optó por proclamar la república, que fue el régimen romano hasta que César volvió a desempolvar siglos después el trono. Que fuese traicionado y asesinado por otro Bruto es una ironía histórica.
Poner estos versos en escena es una apuesta menos arriesgada de lo que parece. Ya se ha dicho que es un poema narrativo, con lo que es muy concreto y nada abstracto. De hecho los shakesperianos de pro disfrutamos mucho. Es como un largo monólogo a los que el bardo de Stratford nos tiene acostumbrados. Poderoso, llenos de imágenes sugerentes y arrebatadoras -llamar "estrella polar" a la antorcha que ilumina la maldad de Sixto-, y con sus temas. La arbitrariedad del poder, la violencia que acecha en cualquier sitio, el dolor de las víctimas, etc., como un gran borrador de todo lo que iba a venir luego. Incluso algunos momentos pueden verse como bocetos de alguno de sus grandes momentos, como las dudas de Lucrecia tras su violación. Su "vivir o morir" hace pensar en el legendario "Ser o no ser" de Hamlet. Esta fiesta shakesperiana estuvo servida por un excelente montaje. Miguel del Arco, la revelación de la temporada con su La función por hacer, que visita el Falla en noviembre, dirige con tino esta versión. Consigue crear un excelente ritmo, frenando cuando hay que frenar, acelerando cuando hay que hacerlo, dando cuerpo plástico a la cadencia de los versos originales. A destacar la magnífica iluminación, que se convierte en un personaje dramático más, y el inteligente uso de la única pieza de atrezzo, la cama, centro de los deseos y frustraciones del texto.
A pesar de todos estos mimbres, el centro de la función es Nuria Espert, una vieja joven dama. A sus confesos 76 años, su La violación de Lucrecia es la obra de una veterana con años de vuelo que se notan en escena y de una novata que se enfrenta a un escenario ella sola durante una hora y cuarto. Desde el juguetón principio, donde hace de ella misma tras recibir la oferta de esta interpretación y comienza recitando versos de forma escolar, a su gran despliegue posterior, el cruce entre experiencia y riesgo es encomiable. Un trabajo más que notorio aunque la inmensidad del Falla pudo perjudicarla, ya que se perdían unos matices tal vez más propios de salas pequeñas, en los que la comunión podía haber sido más estrecha.
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