José Manuel Benítez Ariza | Poeta

“Este nuevo libro responde a una fase de mi evolución personal y literaria’

  • El autor gaditano presenta el miércoles 23 en la Fundación Ory su libro ‘Laberinto’, un poemario publicado por Renacimiento en el que se orienta con soltura por vericuetos de feliz salida

  • Los aforismos de Benítez Ariza

El escritor gaditano José Manuel Benítez Ariza posa con un ejemplar de su nuevo poemario.

El escritor gaditano José Manuel Benítez Ariza posa con un ejemplar de su nuevo poemario. / Tomás Gómez

Laberinto es el título del nuevo poemario de José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963), editado por Renacimiento. El libro será presentado el próximo miércoles, día 23, en la sede de la Fundación Ory, a partir de las 19.00 horas, con la presencia del escritor gaditano José Manuel García Gil.

–¿Qué pretende con estos versos de ‘Laberinto’?

–Este libro lo veo como la culminación de un ciclo que incluiría Arabesco, que salió en 2018, Realidad, que salió en 2020, y éste, Laberinto, que sale dos años y medio después. Son tres títulos de una sola palabra, muy conceptuales, muy pensados. Arabescos se refería a esos dibujos intrincados que al principio parecen una especie de barullo, de madeja, pero que si se miran con atención responden a un patrón. Realidad era un libro que sin apartarse de esa idea del poder de la imaginación para ver cosas en lo aparentemente intrincado, afrontaba la realidad en lo que tiene de complejo y engañoso. Este libro da un paso más porque el laberinto no es exactamente una situación confusa, sino que un laberinto es perfectamente geométrico, claro y nítido pero difícil. Es difícil orientarse en él hasta que no lo vas conociendo. El libro responde a una fase de mi evolución personal y literaria en la que creo que estoy en esa coyuntura, en un camino practicable, difícil de recorrer pero que hay que entenderlo antes, saber adonde te conducen sus revueltas para que no lleven a callejones sin salida.

–Se estructura en cinco partes.

–Sí, con unas ‘Coordenadas’ al principio, que son las grandes líneas que te pueden permitir encontrar el camino en ese laberinto, luego se interna en la sección que se llama ‘Laberinto’ , hay un par de intermedios y luego una última parte que es ‘Claridad’, que es donde debería desembocar ese laberinto.

–Dice que se trata de un ciclo indagatorio. Se pregunta por las grandes cuestiones partiendo, como siempre, de la observación de lo que le rodea.

–El libro, en líneas muy generales, habla de dos temas. Por un lado hay poemas que tratan de la vejez, la caducidad, la muerte, pero por otro hay toda una serie de poemas que interrogan al día que empieza.

–El primer poema del libro, por ejemplo, se titula ‘Buenos días’.

–Exactamente, poemas que le preguntan al día qué sentido tiene vivirlo, si hay razones para animarnos a adentrarnos en él. En ese sentido, esos poemas aportan un lado positivo y optimista en correlación con el otro que puede ser más oscuro o más pesimista.

–No sé si es una casualidad: el libro empieza en la ciudad, con ese ‘Buenos días’ que relata la llegada al trabajo, y acaba, en la última parte, en la naturaleza. No sé si es un reflejo del viaje cotidiano de Benítez Ariza.

–No es un rasgo del libro especialmente intencionado, pero tiene sentido. El libro empieza en el recorrido que uno hace a primera hora de la mañana desde el autobús, donde todos los elementos que salen al paso están en ese entorno urbano, pero luego, en la última parte, en ‘Claridad’, parece que te lleva a un entorno más despejado, con menos escaparates, menos edificios, menos semáforos..., y, de pronto, te encuentras en horizontes de sierra, hay niebla, hay árboles, hay un amigo que te da unas verduras, que es un poema a la amistad y a la generosidad de la naturaleza. Y al final hay un poema sobre la muerte que no es un poema especialmente triste; no es un colofón triste al libro, sino un colofón de aceptación y de positividad.

–Hay un poema, cuanto menos inquietante, que es ‘Abecedario’, un elenco alfabético de nombres propios de personas fallecidas y sus causas. ¿Todos son casos reales?

–Es un abecedario de nombres propios por orden alfabético y de cada uno se dice el motivo de su muerte... Bueno, cualquier persona que tenga mi edad sabe que a partir de cierto momento en la vida tenemos que aprender a despedirnos, a despedirnos de muchas personas y si vivimos lo suficiente, esa lista de despedidas se puede alargar muchísimo. Prácticamente, todos esos nombres y todas esas muertes son reales, son personas que he conocido, que se han ido de esta manera. Lo realmente inquietante del poema es que la lista podría empezar otra vez... Pero es solo una de las coordenadas; la muertes es una de ellas, la vejez es otra, pero esos saludos al día como el que abre el libro es una coordenada esperanzadora para adentrarse en el laberinto.

–El poema ‘El escayolista’ está dedicado a su padre. Imagino que se sería su profesión. Curioso el paralelismo final entre ese oficio y el suyo de poeta.

–Mi padre, ya jubilado, fue escayolista. Y yo (ríe), en cierto modo, también lo he sido porque en los tiempos de estudiante le ayudaba en sus tareas. El trabajo manual es muy gratificante, cuando ves que de tus manos salen cosas bonitas. Muchas de las molduras de edificios históricos de Cádiz han sido restauradas por mi padre. Ese aprendizaje mío como obrero manual también tiene mucho que ver, como dice el poema al final, con el aprendizaje de la poesía, que es también un oficio, una artesanía: hay que medir, saber lo que sobra, el resultado tiene que ser nítido, limpio y claro... Tiene mucho que ver. Es un poema que surgió con mucha espontaneidad.

–En otro poema, ‘El reencuentro’, aparece la palabra Cádiz. En su obra se adivinan a veces sus raíces, su ciudad natal, sus paisajes, pero no suele nombrarla.

–Ah, sí. No era muy consciente de ello. Puede que sea el único poema en que he escrito la palabra Cádiz, aunque se reconoce la ciudad y su entorno en muchos otros poemas. El poema habla de un reencuentro con un amigo que no es de Cádiz. Cádiz tiene un sentido muy concreto para esa persona a la que se refiere el poema, que describe una noche, un poco loca, de los años 80...

–De la juventud...

–Exactamente. De una pandilla de jóvenes que se bañan desnudos en una playa de la ciudad, pasa la policía y no les dice nada, y la noche sigue. Creo que esa atmósfera de libertad y tolerancia cada vez la vemos más lejana. .

–Es verdad que Cádiz no se suele verbalizar en sus poemas, pero está ahí presente de alguna manera.

–Claro, claro. No es una exaltación sentimental, como pueda haber en otras expresiones, pero sí el paisaje urbano que sale en la mayoría de mis poemas, el trasfondo de mi infancia, el mar que aparece mucho... Todo está ahí.

–Hay un poema de pandemia, con la visión de los flamencos desde una ventana que da a la Bahía, en Puerto Real.

–Sí, sí. Es el único poema dedicado a la pandemia. En este poema se menciona un día de 2020 por el mero hecho de que al estar la ciudad acallada por el confinamiento y demás, asistimos al milagro de ver cómo en la Bahía los flamencos prácticamente se acercaban a las poblaciones. Es una de las imágenes mágicas que dejó esa coyuntura tan triste, tan aciaga.

–¿Qué prepara para el futuro?

–Pues he ilustrado con acuarelas un libro inédito de Aquilino Duque, a quien dedico un poema en este libro, que saldrá en primavera. Es un libro que tiene mucho que ver con la naturaleza, las flores, los jardines. Me hace mucha ilusión porque soy un acuarelista aficionado, y que Aquilino, en sus últimos días, se entusiasmara por mis acuarelas y pidiera a su editora que fuera yo quien ilustrara su libro me hace mucha ilusión. Y además de eso, va a salir un libro mío sobre cine español ilustrado por un pintor amigo, Manuel Martín Morgado.

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