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Galería del crimen

Nuestros años del plomo

  • El 1 de octubre de 1975 nace el Grapo matando a cuatro guardias civiles l Cádiz se convirtió en un vivero de activistas y de aquí salió Sánchez Casas, que sería uno de sus principales dirigentes

QUIMERA, teatro-popular, presentó ayer la obra de Pérez Casaux Sigue pensando, Sam. Intervinieron Pedro Roca, José María Sánchez Casas, Fernando Meléndez, Donato Patiño y Mari Ángeles Neira, quienes encarnaban a BilIy, el gángster Sam, Johnny, Bob, y Trenty". (Hoja del Lunes, Cádiz, 25 de abril de 1966).

"Y hasta el cartel de este año/ anunciará nuestra cita/ dos sarcófagos fenicios/ pintaos por un terrorista". (Pasodoble de Los mercenarios. Cádiz, 2001).

Entre esa información y este pasodoble, se encuentran nuestros años de plomo.

La resaca de mayo del 68 generó monstruos. Chavales alemanes de aquellas algaradas protagonizaron el otoño negro de secuestros y tiros del 77. Eran la Bader Meinhoff. Las Brigadas Rojas italianas se fundan en el 69. Se hacen populares denunciando la gangrena del Estado, pero en 1978 secuestran y asesinan a Aldo Moro. Italia se conmociona. Las Brigadas firman su sentencia de muerte. En 1981 el activista del IRA Bobby Sands muere tras una huelga de hambre de dos meses. A él le seguirán otros nueve. Su reivindicación era vestir su propia ropa en la cárcel... Todos esos senderos recorrería una organización terrorista española con 87 asesinatos a sus espaldas, dos secuestros de gran repercusión en los 70, el de Oriol y el de Villaescusa, y otro inexplicable, el de Publio Cordón. Entre todo ello, decenas de atracos a bancos.

El 1 de octubre de 1975 son asesinados cuatro guardias civiles en Madrid. La fecha dará nombre a los que reivindican la acción, el Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre, GRAPO. ¿Quiénes eran? Hay que irse de nuevo al 68, a Bruselas, donde se funda la OMLE, marxistas leninistas españoles que se deslizan hacia el maoísmo, pero con gotas anarquistas (en fin, un galimatías). Se disuelve en el 75, justo cuando se funda el Partido Comunista Reconstituido y nace su brazo armado. Si revisamos su militancia, encontraremos muchos gallegos, casi todos de Vigo, y muchos andaluces, casi todos de Cádiz. En 1985 la Policía estimaba en que 124 militantes del PC (r) procedían de la provincia.

En 1969, en París, un grupo de jornaleros gaditanos contactó con la OMLE y, a su regreso, contaron lo visto a obreros de Cádiz con inquietudes culturales. Los principales, Juan Delgado de Codes, José María Sánchez Casas y Juan Martín Luna. Delgado de Codes era segoviano, pero accedió al grupo siendo estudiante de Náutica en Cádiz. Moriría en 1979 en un tiroteo con la Policía en Lavapiés. Sánchez Casas, trabajador del muelle, era integrante del grupo teatral Quimera y editaba la revista El Gallo Rojo. Pasaría años de cárcel en cárcel, pisó quince. Seguiría una huelga de hambre de más de 400 días entre 1989 y 1991 y moriría, ya en libertad, por una afección cardíaca en Córdoba en 2001 mientras esperaba un trasplante de corazón. Uno de los médicos que le suministró diez años atrás alimento, por orden judicial, fue asesinado por la banda en 1990. Martín Luna era un obrero del Cerro del Moro. Dotado para la oratoria, se le encargó la tarea de hacer proselitismo en Vizcaya y Barcelona, donde murió en 1983 abatido a tiros por la Policía. Fue el primer terrorista que puso sobre la mesa el gobierno de Felipe González.

El ex militante del Grapo Pío Moa, hoy reconvertido en negacionista de la represión franquista, describió en su libro De un tiempo y un país la llegada de los andaluces a la organización. De Sánchez Casas habla con simpatía, como un jaranero. "Humor jovial y sostenido... de espíritu inquieto y algo truculento, era capaz de gran ternura, especialmente hacia su mujer". Otros militantes le criticaban su verborrea: "Habla y habla sin decir nada". De Martín Luna elogia Moa su capacidad de agitación y organización. Delgado de Codes figura como un hombre tranquilo. "Tomaba flan con nata de postre", recuerda. Y sigue convencido de que era un buen hombre. "¿Por qué y para qué obró como lo hizo? Nuestra mente sabe hacer preguntas, no contestarlas".

Esta pintura de terroristas gaditanos no parece dibujar el currículum criminal de la banda. Pero los datos están ahí. José María Sánchez Casas fue condenado en 1979 a mil años de prisión, acusado de ordenar una de las matanzas que mayor conmoción produjo en la Transición, la de la cafetería California 47, donde murieron nueve personas por una bomba colocada en los lavabos. Esta cafetería, situada en la calle Goya, solía tener entre su clientela a jóvenes de la organización ultraderechista Fuerza Nueva, pero en el atentado sólo mataron a inocentes sin vinculación política. En el juicio, Sánchez Casas lo negó todo. "No somos tan brutos (...) habríamos puesto la bomba en la sede de Fuerza Nueva, no en una cafetería donde hay mujeres y niños", dijo, pero lo cierto era que él estaba al frente del operativo de la organización cuando se produjo el atentado. También se le atribuyeron los asesinatos del general Muñoz Pérez y el magistrado del Supremo Miguel Cruz Cuenca. Sánchez Casas recibió un homenaje de unas cien personas al salir de la cárcel en 1997. El Ayuntamiento de Cádiz elevó una obra suya, presentada por otro, a cartel del Carnaval. En los foros de internet se sigue recordando a Vargas, que era su nombre de 'guerra'. "Esperamos que a los dioses del más allá les pongas firmes y les montes la gran pajarraca", escribe un internauta en el aniversario de su muerte.

Sebastián Rodríguez, gaditano, ganó medallas en Sydney y Atenas en los Paralímpicos. Se quedó paralítico en la cárcel durante la huelga de hambre del 89, donde cumplía condena por el asesinato del presidente de los empresarios sevillanos, Rafael Padura, en 1984. "¿Por qué en Cádiz germinó el Grapo?". Su amable voz al otro lado del teléfono cambia el tono: "No hablaré de ello". Otros militantes también declinan hablar. El 23 de enero de este año, en una conferencia de prensa en Cádiz, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, daba por desarticulado al Grapo tras practicar cinco detenciones. El último asesinato del Grapo se produjo en 2006. La víctima, una propietaria de una empresa de trabajo temporal en Zaragoza. Fue la última ráfaga de plomo suministrada por aquella revolución que no descubrió playa alguna bajo los adoquines.

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