Cultura

Los niños de Pepe Cano en New York

  • El autor lleva a sus personajes a un viaje desprovisto de paisajes

Llevo tiempo diciendo lo mismo al escribir de la pintura de Pepe Cano. Sin embargo esta reiteración en mis opiniones no responde a que no se tenga nada más que decir de la obra del pintor linense; todo lo contrario. Sigo manteniendo lo mismo que hace años porque nuestro artista continúa con su entusiasta lenguaje pictórico, con sus esquemas llenos de entidad creativa, con sus particulares modos de ilustrar una sociedad que ya se ha hecho a "la manera de Pepe Cano", con esa realidad artística indiscutiblemente personal y con su posición de autor consagrado por una larga carrera validada en comparecencias de absoluta solvencia. Desde hace mucho tiempo, con la guía siempre cierta de Manolo Alés -cuando él vivía de manera cercana y cuando se fue, con su referencia siempre presente-, el pintor de La Línea nos deleita con una pintura entusiasta, festiva, llena de vida, consumado sentido de la ironía, relatora de una figuración transparente en la que lo real ofrece sus aspectos más jocosos y sus encuadres más ácidos; encuadres sacados de un entorno presentido donde todo es posible y en el que transita una sociedad diferente pero conocida, protagonizada por unos personajes que desentrañan un especial modelo iconográfico, también, "a la manera de Pepe Cano" y que nos presentan unas serie de figuras siempre con unas contantes claras: inexpresividad y grandes ojos fijos, de mirada penetrante y escrutadora; personajes que desempeñan un especialísimo papel en esa realidad mediata de la que forman parte.

En estos tiempos hemos asistido a la consagración de un artista a través de series importantes que nos han puesto en el camino de un pintor sabio, con muchos registros y transmisor de una pintura narrativa que ilustraba muchos aspectos de esa sociedad llena de ironía y encuadres jocosos. En el recuerdo de todos están aquellas especialísimas series que nos ofertaban una pintura distinta, con una personalidad apabullante y que jamás dejaba indiferente. Desde aquella "Sábanas y Cobertores", el primer gran conjunto de un Pepe Cano que, desde algo tan sencillo como es una cama, dejaba entrever un universo diferente, fresco y lleno de sabios matices. Después vendrían aquellas obras extraídas de la novela El amor en los tiempos del cólera donde nos ofrecía una interpretación única de muchos aspectos de la obra del genial Gabriel García Márquez, vistos desde el personal prisma óptico de un artista con una mirada absolutamente diferente. No nos podemos olvidar de aquella otra, De locura y santidad, una interpretación libre, bella y jugosa de dos joyas de la hagiografía bizantina de la primera mitad del siglo VII, El Prado y Vida de Simeón el Loco, escritas por Juan Mosco y por el obispo chipriota Leoncio de Neápolis, respectivamente. Así, Árboles, Hombres y Pájaros, Blanco, Retratos, Adosados, Surrealismo cotidiano, hasta esta Niños de N.Y., en la que Pepe Cano ha llevado a sus felices personajes de viaje, a un personaje neoyorquino desprovisto totalmente de paisaje y potenciando la realidad ilustrativa de los representados, especialmente unos adoslecentes que responde a la tipología estética del artista y que nos sitúa en esa visión preclara de la sociedad que nos rodea, con esa humanidad llena de clarividencia social a la que dota de una sabia nota de ironía. Y es que Pepe Cano extrae de lo inmediato su aspecto más surrealista, aquel que hace sonreír por sus registros a contracorriente, por sus festivas incongruencias y por sus situaciones geniales fuera de lo que se siente por correcto y sometido a unas reglas no impuestas pero sí tenidas por habituales.

De nuevo nos encontramos a un Pepe Cano personal e intransferible, con sus personajes únicos y su justa y ácida ironía. Una nueva serie que nos pone en la sintonía total de un artista que nos convence por su fresca pintura y por su particular mirada hacia esa sociedad tan en decadencia a la que él le saca su lectura más festiva.

PEPE CANO. Ateneo. Mairena del Aljarafe. SEVILLA

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